lunes, 19 de octubre de 2009

Un día en el Mercado de Flores de la ciudad de Guatemala





Aun somos el país de la Eterna Primavera. La naturaleza ha sido generosa con Guatemala y la ha hecho acreedora en cada estación del año de bellas y multicolores especies. En las áreas urbanas, esto parece una utopía. Pero la delicadeza y color están al alcance de todos en lugares como el Mercado de Flores de la zona 3, un centro muy especial donde nuestra cultura, la historia, la leyenda y la cotidianidad se conjugan.

Un día en el Mercado de Flores de la ciudad de Guatemala
Por César Chupina, periodista

El Mercado de Flores esta ubicado a un costado del Cementerio General de Guatemala. En el mismo, el colorido de las flores combina con el colorido de los cortes de las indígenas que dentro y fuera portan las mujeres, quienes encuclilladas esperan que alguien llegue a llevar su producto. Una de ellas se coloca lejos,. Bajo una sombrilla. Otras dos, muy cerca de los carros. Y otra, la más dulce y anciana, cercadel escaparate de la Virgen. Las niñas nos dicen con su presencia que aquello aun tiene futuro…
“¿Qué va a querer?”,se oye que ofrecen. Hay ramitos de flor varia a tanto… hay rosa si quiere pero esta es mas cara… hay estaticia. ¿Y cual es la estaticia?, pregunta una compradora. Esa morada que parece de papel. También hay en amarillo. ¿Y cuanto vale? Es el ajetreo cotidiano de aquel lugar….

Labores familiares
Como la mayoría de los laborantes, Maria Luisa Cabrera se crió prácticamente en el Mercado de Flores. “Mi labor es familiar, nos cuenta. Yo me encargo de preparar la flor. En el caso de las coronas, las amarro para que otra persona les haga el copete”. ¿A cómo es la docena seño?, oímos que dice una compradora ante un ramo
de rosas a una vendedora vestida de indígena. A tanto, le responde. Gracias. La interesada se va sin comprar.
Todos los días, Marta esta de 7:00 a 16:00 horas en el Mercado de Flores. “la venta, nos dice, entre semana no es mucha. El sábado es el día que as vendemos. Los domingos y viernes lo que mas se venden son cosas pequeñas. No solamente vienen personas al Cementerio General o a comprar para otros cementerios. En mi floristería llamada “Las Maravillas” (se refiere a un negocio dentro del mercado) elaboramos arreglos, discos para aniversarios, coronas con letras, etc. Esto es precisamente lo que piden mas los idas sábado”.
¿Y no tenés claveles? Es la misma compradora que pregunto por las flores. Ahora no. Pero allá adentro, si…
Marta creció en el Mercado de Flores porque su madre vendía allí tostadas, atole y chuchearías. “Eramos pequeñas. Yo tenía como ocho años y le ayudaba a ella. Aquí trabajaba otro muchacho con el cual me case y tengo dos hijos que… espero sigan la tradición”.

Coronas, cruces, corazones y demás
Maria y otros vendedores de flores y confeccionistas de arreglos cuenta que as flores vienen casi todas de san Juan Sacatepéquez. “El gusto por la flor”, comenta Marta, depende de la estación. En semana Santa, la gente lleva mucha estaticia morada, Varsovia blanca y ramitos mixtos para sus altares, alfombras, etc. En febrero la gente gusta más de la rosa. En el Día de la Madre vendemos muchos arreglos, corazones y cruces”.
¿A como son las coronas?, pregunta una señora que va acompañada de su marido. Depende de cual quiere… le responde una vendedora. ¿O no le gustan mas las cruces? Esas son más bonitas, mire… Elubia trabaja con Marta. Nos explica como se hace una corona: “Muy importante es la cabeza. Para esto se necesita mucha práctica porque hay que saber combinar los colores. Nosotros no estudiamos para esto. Es heredado. Los días que más vendemos son viernes, sábado y domingo porque no sólo hacemos adorno para cementerio sino para iglesias. Decoramos toda clase de actividades. Hacemos arcos para floristería y discos. En cuando a festividades especiales los días que más se vende son el de las madres (10 de Mayo) y el de los Santos (1 de noviembre). A mí, en lo personal, me encantan las flores. Por eso me gusta estar en este lugar”.
“¿Cuánto es lo menos?”. El regateo es fundamental en el mercado.¿Cuánto da pues?, pregunta la vendedora obligada para comprometer al comprador o compradora porque en este negocio es bueno hacerle creer
al cliente que el tiene la razón. “Pues tanto…”, dice el comprador o compradora. Casi siempre se cree victorioso pero nadie va a dar mas barato un producto de lo que le costo y nadie va a dejar de ganarle… Si no es así entonces el vendedor o vendedora se ve obligada a poner un precio intermedio. Parece una lucha. Si concluye negativamente, el vendedor toma el producto y lo da diciendo: “Vaya, llévelo pues…”. Si no entonces dice: “No se puede…”. Y el comprador (a) se va dejando con la esperanza al vendedor (a) de que va a regresar porque ¡de plano! Todos en el Mercado están de acuerdo con los precios… Así tiene que ser.
También la historia de Elubia es muy interesante: “Fíjese que mi abuelito fue uno de los primeros en sembrar flores en San Juan Sacatepequez. De allí quedó mi mamá y entonces ya venimos. Somos capitalinos pero mi abuelito se fue a sembrar allá y aquí estamos, vendiéndolas en este mercado desde hace mas de 37 años”.
“¿Cuánto cuesta este ramo de rosas rojas?”, otro comprador. “Se lo voy a dar mas barato porque las flores son de ayer. Hay que quitarles los pétalos de arriba para que queden como nuevas. Si quiere las limpia usted. No. Mejor hágalo usted. ¿Están bien de ese tamaño o le quito tallo? Si. Un poquito”. La amabilidad es indispensable para el éxito de la transacción. Elubia y Marta son maestras en eso. Nos atendieron con bastante amabilidad las dos. Saben de la importancia de las fotos y de un reportaje pese a que Marte asegura no gustarle dichas. Al igual que Marta, Elubia caso con un trabajador del mercado: “Aquí hemos crecido. Fuimos patojas. Nos hicimos señoritas. De aquí salió nuestro hogar. Ya mis hijos ya saben trabajar arreglos y todo lo concerniente al negocio”. Elubia es una persona muy comunicativa. Así que no estima en tomar un aro y enseñarnos cómo se elabora una corona. “Como es flor fina dilata bastante”, aclara cuando le preguntamos cómo hace para conservar la flor fresca. Obviamente hay algún secreto que no nos lo iba a decir: “Ese crisantemo que esta allí, mire… ese crece
con luz. Por eso les entra luz de esa parte del mercado”.
Efectivamente, el mercado tiene un tragaluz que es aprovechado para eso. Elubia toma unas estacas y las amarra a los tallos de las flores. “esto lleva chance usté, no crea, comenta. Hay bastantes personas que trabajan esto. Uno amarra todo lo que es el blanco. Otro amarra lo verde. A esto le decimos copete (nos enseña una especie de hoja follaje). Todo se hace en familia. Al colocael copete en la corona entonces se coloca toda la florecita… mire… para hacer una bonita corona”.
Una compradora interrumpe: “¿Cuánto cuesta esto usted?”. Elubia dice el precio. “Yo me lo llevo y déme otro”. “Vaya, dice Elubia, Jorge, por favor, dáselo…”. Jorge hace lo que Elubia pidió. Decidimos entonces indagar a la compradora: “Vengo esporádicamente”, nos cuenta. ¡¿Le gusta comprar flores aquí? “me fascina, aquí se encuentra de todo”. ¿Le gusta como señora le regalen flores? “Por supuesto. Sobretodo si es un muchacho guapo como usted”. (Risas.) ¿Que le parece el arte de la floristería? “Lo mas bello del mundo. Yo las compro para todo: Para mi casa, mis muertos… estoy aprendiendo a hacer adornos…”. Era doña Rosario Hidalgo.

“Cosas veredes…”
Seguimos indagando entre los vendedores y nos encontramos con el señor Cotzaj. “Mire: Yo esto llevo poco de hacerlo, nos dice refiriéndose a la venta de flores, mas me gustaba el cultivo”. Como la mayoría de vendedores del Mercado, también el señor Cotzaj es de San Juan. Mientras elabora un arreglo florar en una copa de barro nos dice que lo que hace si lo considera un arte. “La que más sabe de esto es mi señora”, Aregua, lo cual no implica no le sea e el fácil. Tiene mucha práctica. “lo fundamental para hacer un arreglo es tener buen gusto y combinar los colores”, nos dice. ¿Tiene algo especial que decirnos?, indagamos intuyendo, sin duda, lo que iba a comentar. “Ay si. Quiero aprovechar para mandar a las autoridades para que pongan mas seguridad en la calle… Lo bueno es que si lo ven a uno con flores en la calle ni se le acercan a uno para hacerle nada porque dicen las flores no valen nada. Pero, después de vender, si hay riesgo le quiten a uno el pisto…”. “Cosas veredes Sancho mío”, pensamos de acuerdo a una de las frases de Don Quijote de la Mancha.
Luego, nos topamos con un grupo de damas dolientes. Al indagar a una de ellas, a la cual ni siquiera le preguntamos su nombre para respetar su congoja, nos dice que allí estaban por necesidad. “Acabas de fallecer un tío y no venimos aquí seguido. No nos gusta estar cerca del cementerio. ¿A quién le gusta?”. Gracias, le dijimos. Respetamos su dolor y seguimos nuestro recorrido. Otro caballero, en cambio, si ofrece conversación: “Eso es cuento que a uno no le gusta venir aquí, asegura porque escuchó lo que dijo la señora anterior. Lo que pasa es que ellas andan dolidas y se les acaba de morir el muerto. Pero a mí si me gusta. Yo le llevo flores a mis muertos. Pero también a mi señora. Los precios a veces están muy caros y a veces no. Pero por lo regular la flor es barata. Hasta las que venden en floristerías las vienen a traer aquí para darlas mas caras en sus negocios. Si la gente no es tonta usted. Los tontos somos los compradores que nos dejamos llevar sólo por la cara del lugar en el cual compramos”. Era don Jorge Méndez.

Donde está la Virgen
Como en todo Mercado, una imagen preside dentro de un escaparate. Rodeada de flores. Se trata de una Virgen. “Aquí, el día principal es el 25 de mayo don de armamos una buena pachanga”, nos dice Apolinario, quien trabaja en grupo despenicando flores, sobre una mesa al lado del escaparate de la Virgen. “Aquí cada uno hace algo diferente y se especializa”, comenta.
No todo es color de rosa, o en el caso del Mercado de flores, color de flor. Tras conversar con Apolinario, casi frente al escaparate de la Virgen entrevistamos a dos personas de edad y muy sencillas quienes ya habían comprado un corazón para sus difuntos. Aseguran van al Mercado de Flores seguido y la flor allí es muy barata.
Nos llama la atención un caballero, de otro estrato social, que lleva un elaborado arreglo den las manos. Creyendo era para su casa o para obsequiar y esperando encontrar una historia sino divertida por lo menos simpática, nos encontramos con algo muy triste. Al indagarlo sobre los precios nos dice que la flor a veces escasea y el precio fluctúa. Su señora que lo acompañaba aprovecha para girar la conversación. “Estas flores se las venimos a dejar a mi hijo en su tumba. Lo asesinó un vecino. Sabemos quien es. Hemos puesto aparte a
las autoridades y nada. Parece que no les importa. No hacen nada”. La señora se pone a llorar y el nos dice: “No es posible se quite la vida de alguien tan joven, se deje huérfanos a los hijos y a nosotros sumidos en este dolor”. Obviamente donde hay rosas, hay espinas…

¡Pachas! ¡Cafetería!
Para aliviar lo amargo del a historia anterior buscábamos con los ojos algo diferente. Llamo nuestra atención cómo dos esposos con sus bebés trabajaban en las flores. Los biberones a un lado para cuando los niños tuvieran hambre. Al acercárnosles no quisieron identificarse pero contaron están en el Mercado no hace mucho.
Yen eso vemos un puesto diferente: Una cafetería. Detrás de la estufa donde se freía el pollo en aceite, una muchacha veía con sigilo nuestra labor. “Ay no, dijo, lo que menos quería es que viniera conmigo…”. Se trata de Sandra, la joven dueña quien acaba de llegar al Mercado. “yo no tengo mucho tiempo de estar aquí. No vendo flores pero preparo todos los días diferentes menús. Hoy toca, pollo…”. Con mucha timidez, Sandra empezó a hacer como que ya no estaba allí… muda y sorda… y siguió ensimismada en su tarea. Así que no quedó de otra que decirle: Gracias… y adiós… a lo lejos se escuchó que dijo: “¡Ay no! A mi me da vergüenza eso de los periodistas…”.
“¿Y eso que es?”, pregunta una señora a una vendedora. “Eso también es crisantemo”, dice el vendedor. “¿Pero esta pintado? No. Así es. Lo que pasa es que es especial…”. Obviamente la Genética tiene que ve con esto, pensé.
Frente al Mercado de Flores existe una pupusería y negocios de varios tipos: Una taller de mecánica… Las calles son irregulares… pero el parqueo esta siempre lleno de personas que van y que vienen a comprar a este lugar… Por ello, también existen heladeros vendiendo su producto, personas que entran con bolsas pláticas llenas de frescos o que ofrecen gaseosas… al lado, otro comedor y ferretería, frente a los que se pone la indígena que vimos al inicio. Solo que ahora como el sol quemaba ya su sombrilla estaba abierta. Y no para protegerse ella sino para proteger sus flores, las cuales están dentro de baños llenos de agua. Así no se queman y están siempre vivas y frescas.
Pues bien, hoy hemos compartido con nuestros lectores y lectoras un día en el Mercado de Flores de la ciudad de Guatemala… no un día de compra sino de conocimiento. De acercamiento a lo nuestro. A nuestra identidad. A nuestra eterna primavera. Lo hermosa de pasar “un día en el Mercado de Flores” es saber, como expresamos al iniciar el presente fascículo. Aún somos el país de la Eterna Primavera. Lo que debemos preguntarnos es ¿hasta cuándo lo seremos?


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