martes, 10 de septiembre de 2013

Directiva de Cámara Guatemalteca de Periodismo 2013


César Chupina pertenece a la directiva 2013 14 de la Cámara Guatemalteca de Periodismo, integrada de la siguiente manera

  •  Lic. Pedro Trujillo Álvarez Presidente 
  • Licda. Elsie Sierra Vicepresidente 
  • Lic. Luis Gómez Secretario 
  • Licda. Gladys Figueroa Tesorero 
  • Lic. Giovanni Fratti Director I 
  • Lic. Alberto de Aragón Director III 
  • Lic. César Chupina Director III 


La toma de posesión fue en Hotel Princess de la Ciudad de Guatemala e incluyo la juramentación de la nueva directiva así como de las Comisiones de la entidad…

Entre los invitados especiales, destacó la presencia de la Primera dama de la Nación, señora Rosa Leal de Pérez Molina y de los excelentísimos embajadores de España, Manuel María Lejarreta y de Corea Chooo-yeon Gong.


Pedro Trujillo, Presidente reelecto dirigió emotivo discurso donde destacó el aspecto académico que privara en la nueva directiva.



César Chupina y Pedro Trujillo entregaron diplomas a los artistas estimulados en ProgramArte (http://programdarte.blogspot.com): Iker Realey, Haylyn García (y su director Fernando Erazo) y Joam Zamora, este último ausente en el acto.


También se reconoció de la misma manera la labor fundamental para la entidad de la Licda. Gladyz Figueroa, Tesorera y de la señora Vilma González, Secretaria Administrativa de la entidad.

Las gráficas de esta página son del Lic. Fernando Erazo.

DISCURSO DE PEDRO TRUJILLO AL TOMAR POSESIÓN
Queridos amigos, señoras y señores que nos acompañan en este acto de toma de posesión de la directiva de la Cámara Guatemalteca de Periodismo (CGP) para el periodo 2013-2014. Un profundo recuerdo para quienes no han podido estar hoy con nosotros por diversos motivos, especialmente por enfermedad. Permítanme, tras reiterarle las gracias por su asistencia y por la confianza que los socios, y también todos ustedes, han tenido para quienes hoy ocupamos esta directiva, una reflexión precisamente sobre el periodismo. 

Es frecuente advertir sobre la necesidad de estar vigilante en relación con el ejercicio de la profesión y especialmente sobre la libertad de expresión. No es para menos en los tiempos que corren, aunque hubo momentos pasados muchos peores con los que tuvieron que lidiar nuestros antecesores, esperemos que el legado que dejemos a quienes nos seguirán no sea -no ya sombrío- sino siquiera grisáceo. Es una labor con la que todos estamos comprometidos. Sin embargo en esta ocasión no voy a insistir en ese tema. Prefiero, y creo conveniente, reflexionar precisamente sobre el ejercicio de la profesión de periodista.

De una parte, está el reto que supone la propia era de la información y de la tecnología. La primera hace que el espacio virtual, y también físico, se vea inundado por todo tipo de noticias, análisis, opiniones, reportajes, investigaciones y otros géneros. La tecnología permite que cualquier persona pueda incorporar a cualquier archivo virtual todo tipo de información y desde no importa qué lugar del mundo. Difícil es distinguir, en muchas ocasiones, cuál es veraz, cuál está contrastada e incluso difícil es diferenciar lo verdadero de lo falso. La presión de incorporar la noticia urgentemente a las redes sociales puede terminar por olvidar la responsabilidad de contrastarla y comprobar si el contenido de la misma es cierto. Si el profesional se detiene demasiado en esa labor, cuando esté en condiciones de informar puede resultar que sea tarde y haya perdido la oportunidad de la primicia, lo que sin duda representa, cuanto menos frustración. Si, por el contrario, el ejercicio es rápido y olvida ciertos pasos necesarios y fundamentales, puede suceder que incurra en graves errores o, como recientemente ocurrió en un prestigioso medio europeo, publique una noticia o foto falsa que, aunque fue retirada, generó altos costos de producción que seguramente fueron reclamados al editor o al periodista. Como pueden comprobar el dilema es complejo.

 Ese reto ahí presente, cada vez supone una carga mayor y representa el listón de partida mínimo para quienes accedan a ser profesionales en los diferentes medios de comunicación en la era actual. Jóvenes decididos, formados, con capacidad de utilizar las nuevas tecnologías y con el entusiasmo propio de la edad para emprender grandes empresas. No hay que olvidar, sin embargo la responsabilidad que conlleva el ejercicio de la profesión, como ocurre con otras. Exigir libertad de expresión y de poder informar, requiere, necesariamente, reconocer que está aparejada la responsabilidad del libre ejercicio profesional. Ello no solamente abarca cuando ya se ha dicho en torno a la tecnología, la velocidad y el uso de redes sociales -u otras nuevas tecnologías- también en la necesidad de capacitarse en diferentes áreas del conocimiento. Lejos quedan los tiempos en los que muchos recién graduados eran enviados a comentar sucesos, notas sociales o cuestiones similares que apenas requerían saber de derecho, economía, filosofía, historia o cualquier otra disciplina o ciencia. No ocurre hoy así. Muchos medios van más allá de la noticia y elaboran reportajes o investigaciones sobre temas que requieren de profundos conocimientos. La calidad de aquellos que elaboran esos trabajos conforman un esmerado producto para los lectores que se convertirá en el mejor marketing y publicidad del medio. Comprender como se elabora un presupuesto, los diferentes niveles de un juicio con sus correspondientes apelaciones y lenguaje técnico, saber sobre convenios y tratados y su alcance para poder enmarcar cualquier información internacional, manejar el lenguaje político preciso y adecuado y un etcétera enorme y complejo, son retos para las nuevas generaciones y uno incluso mayor para quienes ya tenemos el “disco duro” casi lleno de información.

 Es preciso contar con ese grado de iniciativa que permita encajar la noticia o la información que corresponda y utilizar el medio que más se adapte al contenido. Hemos pasado, según Sartori, de una sociedad racional a otra emotiva y muchos medios de comunicación apenas disponen de 150 palabras para poder expresar todo aquello que se desea. Incluso los medios visuales difícilmente utilizan más de cinco -o máximo diez minutos- para presentar todo un informe bien elaborado sobre no importa que suceso. La capacidad de síntesis, de análisis, de compresión y posteriormente de elaboración de la noticia, el reportaje o la nota, son pasos a seguir y cualidades que deben de tener los nuevos profesionales. No vale quedarse anclado en lo tradicional sea prensa escrita, visual, radial o de nuevos medios. La competencia es cada vez mayor y hay toda una emergente generación que demanda rapidez, concreción, claridad y precisión y todo ello en un espacio muy corto de espacio y de tiempo. Ese es el reto, el desafío para quienes nos siguen y el muro que para muchos es preciso superar. No hay que desfallecer, más bien tomar el reto en manos propias y lanzarse a la aventura de la conquista y del logro de los resultados deseados. De igual forma la innovación, la presentación, el color, el contenido, la dinámica, etc., son aspectos que deben de cuidarse y que conforman una multidisciplinariedad en el ejercicio profesional que hace, más que nunca, imprescindible el trabajo en equipo.

 Otra cuestión sobre la que quisiera reflexionar, después del reto profesional antes señalado, se refiere a la censura y a la autocensura. Percibo una enorme preocupación porque los medios de comunicación puedan terminar -todos o parte de ellos- en unas mismas manos. Es lo que se ha denominado concentración de medios, en definitiva la conformación de un monopolio o un oligopolio periodístico. Es preocupante realmente, pero creo que el problema inicial no radica ahí, más bien en un proceso interno que hasta puede ser independiente de la propiedad de los medios.

Tengo la experiencia de colaborar permanentemente con un medio escrito diario y con uno televisivo, además de otras actividades esporádicas en semanarios y medios radiales. Nunca he tenido, ni sentido, la presión del medio -sea esta del dueño, del editor o del realizador- sobre qué debo de escribir, decir o a quien invitar. La libertad absoluta ha sido el norte que ha conducido mi actuación, pero también la de mis editores. Pongo el ejemplo precisamente para ilustrar aquello a lo que me refería al inicio de esta segunda reflexión. Puede que exista un único dueño de toda la prensa escrita, pero en tanto en cuanto no presione o genere directrices en el equipo no hay porqué preocuparse. Claro que puede ser más riesgoso para que se den ese tipo de actuaciones frívolas cuando hay concentración que cuando aquella no existe, pero eso es un efecto secundario. El primario es que cada cual pueda actuar con libertad y responsabilidad y denunciar cuando exista presión por mínima que esta sea.

El ejemplo y el comentario vienen a cuento porque considero que hay que aceptar que algunos medios tengan uno o varios propietarios con uno o varios fines muy precisos. También es natural y lógico que existan, si lo que promovemos es una sociedad libre. En ese caso, quienes colaboren en los mismos deben de tener claro que habrá cosas que seguramente no podrán decir y deberán autocensurarse. No desapruebo totalmente esa actitud -aunque no iría con mi personalidad ni forma de ser- pero admito que puede darse en una sociedad libre y plural. El problema comienza cuando esos medios, ocultando precisamente su parcialidad -producto de las directrices editoriales que les marcan quienes los dirigen- pretenden enarbolar la batalla de la libertad de expresión, erigirse en pioneros de la misma o desde sus tribunas criticar la libertad de expresión de otros cuando ellos mismos no la gozan. Hay un interesante caso reciente ocurrido en el país y sobre el que es preciso hablar, meditar y sobre todo reflexionar. La libertad de expresión entendida como un valor absoluto que respeta los derechos de los demás pero que no tiene límites impuestos externos o internos, es algo a defender y un concepto demasiado serio como para ir poniendo acotaciones interesadas. No se puede ser libre en un campo, cuando se admite la censura en otro. No se puede hablar libremente de política o de derecho o de gobierno o justicia, cuando se vetan críticas, por ejemplo, sobre temas religiosos. A fin de cuentas llegará un momento que esa teórica libertad que se arguye, quede amputada porque la información que no se incluye, producto de las limitaciones editoriales o empresariales, la mutila. Hay que tener mucho cuidado con eso, sobre todo los nuevos profesionales que hacen inmersión en este complejo mundo donde el relativismo suele imperar y los conceptos terminan adaptándose a las necesidades y conveniencias de quienes tienen la habilidad de manipularlos. Ejemplos sobran. Diariamente se emplean conceptos que son aplicados a realidades muy diferentes y hasta contrapuestas. Ahí están los casos relacionados con frases que incluyen la democracia, los derechos humanos, los golpes de estado, el genocidio y otros que diariamente se barajan con una frivolidad y falta de precisión que es precisamente lo que pretendo evidenciar con esta reflexión. La precisión es necesaria; la ligereza en el empleo de conceptos genera confusión.

 Un filósofo español dijo en una conferencia celebrada en 2002 aquí en Guatemala que la “ética comienza por uno mismo y que no es preciso esperar a nadie para adoptar un comportamiento ético”. Venía el profesor Fernando Savater a retar a los oyentes a que comenzarán en ese momento a comportarse como todo el mundo sabe que hay que hacerlo, porque finalmente ese proceder honesto forma parte del derecho natural. Lamentablemente no todos en el gremio observan esa directriz del filósofo, algo, por otra parte, que ocurre en todas las profesiones y órdenes del ser humano, lo que no justifica el conformismo ni mucho menos se debe de silenciar la denuncia.

Alcanzar lo anterior, es decir una formación multidisciplinar que responda eficazmente a las exigencia de la demanda y, además, un ejercicio ético de la profesión, no es únicamente una labor de los profesionales del periodismo. Es de toda la sociedad, que debe de exigir que así sea y rechazar a quienes no están a la altura de las exigencias y de los retos que cada tiempo demanda. Hay que ser ciudadano de tiempo completo, preocupado por la gestión política, por el gasto público, por las normas de justicia, por el cumplimiento de las leyes que permiten la vida pacifica en sociedad, pero también por el reclamo al gremio para que tenga la adecuada altura moral y profesional. Es el desafío de cada uno y tal y como el profesor Savater indicaba, hoy -ahora mismo- es un excelente momento para hacernos hondamente la promesa de que a partir de este instante, seremos o intentaremos ser, éticos en nuestro comportamiento, en orden a conformar una mejor sociedad.

Quiero terminar esta reflexión evidenciando a esos otros muchos profesionales que cada día establecen una verdadera batalla en no importa que frente informativo del país. Aquellos que son amilanados por criminales o poderosos; quienes son tentados por el soborno como el caso del diputado Galdámez que intento hacerlo con un periodista y aún es diputado y pertenece al partido oficial sin que la dirigencia haya tomado cartas en el asunto; a colegas que son agredidos, amedrentados o amenazados por altas autoridades de gobierno anterior (también un caso reciente) y en general a todos aquellos que cada día dan una lección de vida, de ética, de honestidad y de comportamiento profesional que mereceré ser reconocido. Muchos son desconocidos, pero desde aquí quisiera, en nombre de esta Junta Directiva de la Cámara Guatemalteca de Periodismo, promover un homenaje a esos “héroes anónimos” de la comunicación que los hay a cientos.

A todos ustedes… MUCHAS GRACIAS.