jueves, 5 de noviembre de 2009

Pedro Illich Tschaikowsky, el poeta de los sonidos


¿A quien no le gusta la música? ¿Quién no se ha deleitado con la suite “El Cascanueces” a fin de año? Casi todos. Por ello es el más popular de los compositores románticos. Pero ¿Quién realmente sabe que su vida fue toda una aventura con matices de novela rosa? En este espacio nos detenemos en la vida y obra de Pedro Illich Tschaikowsky, de los genios musicales mas grande de todos los tiempos que, según Hans von Bulon “es un verdadero poeta de los sonidos”.

Pedro Illich Tschaikowsky, el poeta de los sonidos
Por César Chupina, periodista

Su homosexualismo



Para entender la obra de Tschaikowsky, quien, como profesor de Teoría Musical, consideraba a Mozart su ídolo, “el Cristo de la Música”, es necesario penetrar primeramente en su carácter. Para el centenario de su muerte, elaboré un estudio a presentarse en un foro en el Conservatorio Nacional de Música. En el mismo se descubre que Tschaikowsky siempre iba de un lado a otro huyendo de la crueldad de los demás. Por ello decía que “el país más hermoso es aquel en el que uno no está”.
Justaime Jurame escribe en la página 56 de la excelente biografía de este virtuosos que si nos atuviésemos a las confidencias de Tschaikowsky casi nos sorprendería su éxito entre sus contemporáneos. Pero en él la apariencia difiere profundamente de la realidad, por lo que el verdadero Tschaikowsky nos es desconocido. “Creemos identificarle en sus obras, pero también en ellas hay un pathos que deforma sus cualidades. Esta actitud negativa es debida en gran parte al a enfermedad moral que le devora, a sus escrúpulos frente a la opinión pública que –piensa- puede descubrir su secreto. E incluso huye de sí mismo porque nunca se ha perdonado…”.
Quizá sea ésta la causa de la neurastenia crónica que no lo dejaría vivir en paz nunca. Desde niño padeció miedo, ansiedad, angustia, nerviosismo. Su gloria pocos compositores la conocen en vida. Pero él no lo pudo apreciar gracias a dicha enfermedad. Muchas veces los médicos le prohíben hacer música porque lo encuentran malísimo de los nervios. Al borde de la locura, incluso. Pero para él descansar era escribir música.
En su juventud le encanta bailar valses, los cuales amaba. Lo hacía para seducir a las jóvenes, de quienes al lograr su propósito, huía. Justaime afirma que esta actitud no sólo se debe “a que por mucho tiempo lo ridiculizaron como enamorado tembloroso y tímido sino a la idealización de su madre y a su homosexualismo, el cual al descubrirlo termina de comprometer su equilibrio sensible”. (Pág. 20). “Desde que se encontró consigo mismo, comprendió que estaba prisionero en un mundo prohibido. Al descubrir lo que para él era la felicidad se dio cuenta que debía ocultarlo como una tara, hablar en un idioma secreto, disimular, fingir. Solamente a ese precio conservaría la estimación de los demás, el miedo de vivir en una sociedad que si “lo supiera” le rechazaría… Así pues, debió entrar en un círculo infernal; +el, el impulsivo, el instintivo, el desmesurado, se colocó una máscara para adherirla mal a su rostro. Sin cesar la reajustaría torpemente. Sus nervios se trastornan y, contra su crisis, sólo posee un antídoto: La música…”. (Pág. 23)

Con las mujeres


Nadjna von Meck fue su mecenas. Ella se enamora de su obra. Se escriben constantemente. Los une un “amor especial” que nunca antes ambos habían experimentado. Pedro Illich le dedica la Cuarta Sinfonía y en una de las cartas le afirma: “Me pregunta usted si he conocido otros amor que el amor platónico. Si y no. Si la pregunta se me hubiese hecho de otra forma: ¿Ha experimentado usted la felicidad de un amor colmado?, mi respuesta sería no, no y no. Pero pregúnteme si soy capaz de comprender la inmensa fuerza del amor y le diré que si, si y ¡sí!... Por otra parte, ¿no he hecho todo cuanto he podido por expresar los sentimientos y las felicidades del amor?
Tschaikowsky, uno de los grandes teóricos musicales que sentía aburrido ante Wagner, era un ser con una gran capacidad de amar pero el amor “le fue negado”. ¡Quizá, por ello, arrebatadamente quiso contraer nupcias con la soprano Deseada Artot (5 años mayor que él) y que luego se decidió por un barítono!
Interesante es saber que una vez entre las cartas de sus admiradoras Pedro Illich escogió la de Antonina Miukova quien le dice está locamente enamorada de él. Se casa con ella porque en una segunda carta ella asegura que como no puede vivir sin él, probablemente acabará matándose. Este enlace fue una pesadilla para él. Le inspiró actos demenciales como cuando se metió en agua helada de un río (era invierno) permaneciendo allí con la esperanza de coger una pulmonía. Como no lo consiguió hizo de que su hermano lo enviase a llamar en, en estado se sobreexcitación, al llegar a su destino, cayó en coma. Ella se volvió loca al ser abandonada. Tenía entonces 28 años y al parecer una cara bonita. Era “mitómana, ninfómana, mentirosa, media loca, creyéndose amada por todos los hombres que trataba…”.
Según justaime, la señora von Meck confesaría a Pedro Illich: “¿Sabe usted que cuando se casó sentí como si se hubiera roto una parte de mi corazón? Me resulta intolerable pensar que usted viva junto a aquella mujer. ¡Fui muy feliz cuando supe que usted era desgraciado con ella! Me complacía en este sentimiento y la odiaba porque no le hacía dichoso, pero la habría odiado cien veces más si hubiese conseguido darle la felicidad”. (Pág. 66). Tschaikowsky se refugia en la amistad de Nazdejna, gracias a que ésta está lejos y es feliz sabiéndose preferida a la joven esposa y será quien rompa abruptamente años después con esta relación, la cual no es más que platónica y hasta cierto punto ridícula. Más aún cuando nos enteramos que ella lo invitó a su caso de campo y casi no se veían. Cierta vez, se topan en el bosque y quedan perplejos…
Ora mujer en la vida de Tschaikowsky fue Vera Davidod, su cuñada que lo inspiraba y con quien tampoco hubo nada de nada. Las mujeres lo admiraban muchísimo. Se desmayaban en sus estrenos porque el rostro de Pedro illich era bellísimo. Fino. Delicado. Elegante. De niño su nodriza lo definió como “el niño de porcelana”, sobrenombre que merecería conservar siempre. Su primer amor fue su propia madre (de rostro y manos bellísimas), a la cual idealizaba. Cuando se aleja por primera vez de ella para estudiar Derecho –como noble debía ser militar o abogado- sufre una crisis de desesperación que le costará olvidar. Según Justaime “al ver alejarse la diligencia que la conducía, escapa de quienes tratan de cogerle y corre tras el carruaje, al que se agarra, hasta el momento en que perdiendo el equilibrio, rueda ensangrentado por el suelo polvoriento” (Pág. 19).
Al morir la señora, Pedro illich idealiza su figura femenina y rechaza las demás. Toda su música llora su amor perdido.

La religión y la muerte


Tschaikowsky escribió música sacra. Según Justaime, él decía: “Mis ideas son confusas y todavía no he logrado conciliar numerosas contradicciones. Por una parte, me niego, en absoluto, a creen en los dogmas e la religión ortodoxa y de la religión cristiana en general. Un ejemplo: Jamás he podido admitir el principio del premio y el castigo, según sea bueno o malo el hombre… ¿Recompensa de qué y castigo de qué?... Todavía me resulta más difícil creer en la vida eterna…”. (Pág. 95).
¿Será esta indecisión religiosa una de las razones de su infelicidad? Apreciaba “La Liturgia de san Juan” como una de las más hermosas creaciones de arte. Gustaba de los cánticos religiosos. Especialmente en los meses en que el vacío giraba en torno suyo. La música sacra respondía con una armonía secreta al luto de su alma. Según Justaime “en febrero de 1811, la muerte de Dostoyevski, el 3 de marzo; la del Zar Alejandro II, asesinado, y otros meses más tarde, el fallecimiento de Mussorgsky, hicieron que se sintiera increíblemente viejo, aunque apenas había pasado de la cuarentena… le faltaba el entusiasmo y los días transcurrían tristemente, esperando la hora de acostarse con una impaciencia enfermiza”.
Para Pedro Illich “una fuerza del destino que nos impide ser felices vigila celosamente para que nuestra felicidad y nuestro sosiego nunca sean completos… Debemos someternos y resignarnos a esta tristeza infinita. Toda nuestra vida es una sucesión de penosas realidades y de sueños efímeros, de espejismo, de ilusiones, de felicidad… ¡Pero no hay salida!...”. ¡Qué fatalismo por Dios! ¿Buscará por ello la muerte? Porque muere como su madre cuarenta años después que ésta.
Según Justaime Jurame “el 1 de noviembre de 1898, se levanta de la mesa mientras almuerza, va a la cocina, vuelve trayendo un vaso de agua y se lo bebe. Pero noviembre es el mes del cólera en San Petersburgo. Beber un vaso de agua sin hervir supone la muerte segura. Pedro Illich lo sabía…”.

Su obra


La primera obra de Tschaikowsky fue un vals que no daba indicios de genialidad alguna. Mientras iba internándose en el mundo de los sonidos se aleja de los clisés típicos. Doctor en Música por la Universidad de Bruselas es uno de los genios de su época junto a Bismarck, Edison, Tolstoi, Sarah Benrnhardt, Ibsen, Spencer y Dvorak.
En su estancia en Kamark absorbe los aires populares, las cadencias, el “clímax” ruso. Es un gran sinfonista en las formas de overtura y suite. Recibe influencia del llamado “grupo de los cinco” que lo vuelven más europeo.
Se obstinaba en llamar suites a sus sinfonías aunque las primeras fueran más flexibles que las segundas. Lo que hizo fue fundirlas. El mismo explica cómo construye, según carta enviada a von Meck, reproducida en parte en la página 42 del libro autobiográfico de Justaime Jurame: “Me pregunta usted si respeto las formas tradicionales: si y no. Cuando se trata de una sinfonía tengo en cuenta el plan clásico de las grandes líneas y en el orden prescrito para los movimientos. Respecto a los detalles, estimo que todas las libertades están permitidas; sólo hay que preocuparse por el desarrollo natural, espontáneo, de la idea musical. Así, en el primer movimiento de mi Cuarta Sinfonía reina la mayor libertad. El segundo debiera estar tradicionalmente en el tono relativo mayor. Sin embargo, está en menor y sin relación. En la recapitulación, el segundo tema aparece sólo en parte, etcétera. También el final se aparta totalmente de la forma tradicional”.
Tschaikowsky fue muy crítico consigo mismo. La obra que más amó fue su “Sinfonía Patética”, la última que compuso porque lo satisfizo desde el inicio. Justaime Jurame lo cataloga como pesimista y alegre. Oscilante entre lo mágico y lo fúnebre. Domina el ballet, género que puede pasar de un extremo a otro sin traicionarse. Incluso sus óperas pasan a un ritmo de danza. Fundó el arte musical coreográfico del que saldría después de él un siglo de páginas deslumbradoras…