lunes, 19 de octubre de 2009

Don Alberto Martinez, el Tenorio inmortal




“Antes era diferente”, nos dicen los abuelitos cuando recuerdan cómo se celebra el Día de los Santos y de Difuntos en la ciudad de Guatemala hace casi cien años. “Íbamos primero al cementerio a ver a los muertos, comenta doña Carolina (80 años). Por la tarde nos reuníamos con la familia a comer fiambre que hacían nuestra abuelita. y en la tarde nos poníamos catrines para ir al Teatro Capitol o al Palace a ver “Don Juan Tenorio”. “De esto me recuerdo yo también, comenta la artista del diseño Vidalia Gutiérrez (70 años) ahora radicada en estados unidos. Mi papa nos llevaba y era muy bonito ver la obra…”. Doña Rosita Campo, guardiana de la tradición del fiambre por más de medio siglo comenta: “Todo cambia. Ya nadie hace el fiambre como antes. Como yo lo hago. Ya la fe en la visita a los difuntos se esta perdiendo. El que parece que no ha muerto es El Tenorio porque, aunque ya no lo pongan, se recuerda la gente… se recuerda todavía”.


Don Alberto Martinez, el Tenorio inmortal
Por Cesar Chupina, periodista

Los tiempos han cambiado. Los teatristas mayores rememoran el respeto con que el gremio se trataba. “Aunque habían problemas, existía mística y el materialismo no imperaba. No cabe duda que con el corre del tiempo los valores elementales se perdieron”. Fue así como alguien en 1997 pretendió revivir la tradición del Tenorio. Pero no el original sino el cómico. Y hasta mintieron diciendo que el protagonista se ponía el legendario traje de don Alberto Martinez, cedido, según se agrando la mentira, por su propia hija doña Maria Teresa. “Jamás lo daría, nos dijo ella, menos para hacerlo cómico”. Esta sin duda fue de las razones que le dieron coraje a Maria Teresa para volver a revivir las presentaciones del Tenorio, aunque ahora no con la monumentalidad de antes, persiste en las fechas indicadas.
Los que nos dedicamos a la comunicación sabemos que si aquella mentira germino y creció fue porque la leyenda de Don Alberto Martinez, a quien se le identifica con su persona, seguía viviendo pese a los años de muerto que tenia. Se le sigue llamando “El Tenorio, o Don Juan, Martinez” o “Don Alberto Tenorio”. La prueba es palpable y hoy es tiempo de recordar a este insigne personaje, actor, director, promotor de una época… poeta…

Con los años que Dios me ha concedido
oficiar en el templo de Talía
voy llegando al final, ya convertido
en un viejo… mas que viejo, envejecido,
pero lleno de ensueños todavía.

En el mismo vivir que, en lontananza,
después de bifurcarse, no ha podido
mantenerse en el fiel de la balanza,
que el vivir cotidiano se remanza…
hasta casi perderse en el olvido.

Porque el de ficción, el que perdura
a lo mas hondo de mi ser ligado
compendio de dolor y de ventura
fue mi largo camino de amargura
con espinas y rosas alfombrado.

Un hombre ejemplar

Don Alberto Martinez Bernardo (1907 1969) se inicio en las tablas el 7 de septiembre de 1924, actuando en una revista musical de Alberto de la Riva. Rene García Mejia en “Raíces del Teatro Guatemalteco” lo describe como un hombre ejemplar que siempre demostró ser “un apasionado de su arte y un maestro dedicado y responsable”. (Pág. 113). Sin querer se volvió un símbolo legendario de la escena guatemalteca. Le decían “El Tenorio Martinez”, “Juan Chapín”, “Alberto Tenorio” porque e lo que mas se recuerda de el es su consagración a representar durante treinta años la inmortal obra de Zorrilla. En esta empresa involucro a su familia siempre. Su esposa, doña Amanda Ramírez de Martinez, fue quien mas lo apoyaba ayudándolo en todo. Sobretodo haciendo el vestuario. Su hijo, Lizardo, cuando don Alberto Se retiro en 1966, heredo la espada del Tenorio. Su hija, la primera actriz, doña Maria Teresa Martínez, iniciada con don Alberto en el teatro a los 7 años, interpreto a doña Inés durante 16 años (desde que tenia 17). Luego, en una primera época, intentó seguir con la tradición pero ella misma confiesa no haber tenido las fuerzas de su padre para seguirlo y apenas lo pudo presentar cinco veces tras haberse roto la continuidad. Escribía doña Maria teresa en el folleto (don Alberto no hacia programa sino folleto) del 1 de noviembre de 1965 que “su salud ha sido lo único que pudo hacer que el se retirara, pues su tesón y amor por el teatro no le permitían semejante actitud. Pero ante este mal, no le queda sino decir adiós y entregar la tradicional espada a uno de sus hijos, Lizardo, con la fe en que el continuara, año con año, la representación de esta obra”. (Pág. 11 12).

Penosa fue la lucha por la vida,
ruda y larga, mas llevo mi pobreza
con dignidad, por nadie desmentida;
nunca llegue con la cerviz rendida
a suplicar honores o riqueza.
Nunca intente laures, por crearme
uma aureola de astro deslumbrante,
porque es duro bregar logré forjarme
sin tener que intrigar o que arrastrarme
a un honrado cartel de Comediante,

honra y prez del Parnaso Castellano.
Tras esta breve exposición sencilla
pongo, el doble vivir que ostento ufano
sin creerlo deshonra ni mancilla
a nuestras plantas, inmortal Zorrilla.
Aceptad como cartas credenciales
el acendrado amor y la constancia
que rubricó mis lides teatrales,
y permitid hablar… los inmortales
podéis salvar el Tiempo de la Distancia.


Su entrega, el mejor ejemplo

La época que don Alberto hacia teatro es históricamente interesante. Por una parte, empezaba la radio y el cine a hacer de las suyas. Sin dejar de formar nunca a nuevas generaciones (teatro y radio) y pasar Portu escuela y numerosa compañía personajes como Margarita Leal (que una vez en “El Tenorio” interpreto a la Hermana Tornera y le llevó fiambre a todo el elenco); Alberto Vidal (que no trabajo nunca en “El Tenorio” pero se puso Alberto en honor a don Alberto Martinez. Se trata del insigne Mario González, estrella numero uno del teatro en Francia); Alberto Flores (luego periodista importante y el primer director de Radio Estrella), Samara de Córdova y Ligia Bernal (que si trabajaron en “El Tenorio”); Miguel Ángel Asturias (el Premio Nóbel de Literatura de Guatemala); Manuel Galich (dramaturgo numero uno de Guatemala y de decisiva participación política dentro y fuera de Guatemala); Antonio Almorza (cabeza de una de las familias mas importantes de la segunda mitad del siglo XX)… La lista es larga e interminable. Reyna Luz Payeras reconoce que muchos grandes valores se iniciaron con la guía de don Alberto. “Mi recuerdo hacia el es inolvidable como director y amigo. Empecé a trabajar con el e hice en “El Tenorio” todos los papeles femeninos menos el de Doña Inés y eso que el siempre me dio los papeles característicos. Ha sido muy halagüeño para mi carrera cuando el mostraba satisfacción en torno a mi labor y cómo en el papel de Brígida pude hacerme imagen y obtuve buenos comentarios de críticos y comentaristas. He lamentado que se perdiera esta tradición que don Alberto la sentía y hacía con amor. Por ello fui la primera en apoyar a su hija en la última época. Por “El Tenorio” y la compañía en si paso gran cantidad de gente, incluso actores ya difuntos. Fue toda una escuela”.
Era una época en la que había mucho movimiento teatral venido del extranjero de donde venían obras de corte español, zarzuelas operas. Cada compañía, además de su obra, traía un fin de fiesta (especie de variedad en la que participaban artistas y publico)… “mi papa trabajo en teatros como Variedades, capitol y Palace, comenta Maria Teresa, que eran mas cines que teatros y cuya capacidad era para dos mil personas. Llenarlos era difícil… Las temporadas duraban dos fines de semana. Mi papá estrenaba, por ello, una obra cada quince días. Era un trabajo constante. Invertía en vestuario clásico, en decorados, maquillajes, postizos. Todo lo sabia preparar”.
Donde don Alberto tuviera que vivir tenia un grupo de teatro. Chicacao, por ejemplo. Su época fue también la de Ubico quien censuraba la entrada de artistas a Guatemala y no permitía los libros, gracias al pánico que le tenia al comunismo. En Guatemala la de don Alberto era la única compañía. Según rene García Mejia en “Raíces del teatro Guatemalteco” “… fue encarcelado en dos ocasiones, la primer por haber llevado a escena Juan José (Dicenta), obra que plantea el problema de un obrero ante la realidad del medio; en la segunda ocasión preparo “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, titulo que coincidía con una película recién prohibida en Guatemala por tratarse de una critica a la organización militar alemana. Se acuso al actor de denigrar a la institución militar alemana”. (Pág. 113).

No podría deciros con certeza
y dudarlo yo mismo es irrisorio
si este afán por el Arte, esta firmeza
fue vocación innata, o la promesa
de un día interpretar vuestro Tenorio.

Porque la sensación que despertaba
en mi alma infantil la melodía
de vuestros versos, cuando cabalgaba
al lado de mi padre, y le escuchaba
con verdadera unción vuestra poesía

que, desgranada al ritmo cadencioso
del embrujado lago de Atiplan,
fue creando en mi espíritu, aun medroso,
ese anhelo indecible y misterioso
de querer encarnar vuestro Don Juan…

Su huella y la leyenda

Roberto Peña en su articulo “1944 1988: Un desarrollo lento pero continuado” del capitulo Guatemala de la publicación española “Escenarios del Descubrimiento” escribe de don Alberto en la pagina 22 que “como actor se inició con buena suerte, pues tuvo la oportunidad de ser contratado por varias compañías extranjeras… Esta experiencia le permitió fundar en el país muchas compañías de prestigio, no solo por la actividad ininterrumpida a través de temporadas permanentes, sino también por el núcleo donde se concentra lo mejor de los interpretes dramáticos de ese periodo”. También Roberto Peña concuerda que lo que más se recuerda de don Alberto es su consagración a representar durante treinta años, “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla, obra en la que encarnaba al celebre personaje del teatro romántico español por esta razón tal vez Martinez Bernardo se vuelve un símbolo legendario de la escena guatemalteca”. “Es que era sintomático, comenta Reyna luz Payeras, desde septiembre don Alberto empezaba a dejarse la barba. Porque la de el, era barba natural. Entonces quienes lo veían caminar por la calle ya preludiaban que El Tenorio venia…”.
Maria Teresa: “ya desde septiembre nos tenia a toda la familia viniendo de aquí… yendo allá… El ultimaba detalles de todo tipo y era muy exigente. Hacia anualmente la estenografía y en vez de programas daba folletos que repartía gratuitamente. El mismo los corregía. A veces llegaba a las 2 de la mañana a casa por estar en su labor de corrector de pruebas. A mi papa se le metió el gusanito de hacer “Don Juan Tenorio” porque cuando era pequeño mi abuelo, Lizardo Martinez del Canto, que vivía en Santiago Atitlan se lo llevaba en caballo y le iba recitando versos del mismo. Empezó a amarlo así. Después, lo inscribieron en una escuela práctica que era militar. Se escapo de ella y se vino para Guatemala. Estando aquí presencio una obra en el teatro Variedades por una compañía española. Le fascino la actriz que hizo de doña Inés, Clotilde Calvet, y se dijo “el día que yo sea grande voy a hacer teatro y ¡ojala! Que ella me haga el papel. Pero como era española se fue ella del país. Con el pasar del tiempo estaba haciendo “Don Juan tenorio” cuando de casualidad vino esta compañía a Guatemala y logro que en una de las representaciones la actriz Calvet hiciera de Doña Inés. ¡Se cumplió el sueño de trabajar con la primera doña Inés que vio!”.

Y bifurró el camino de mi vida
el mágico cantar de vuestra musa…
y en noble lucha, franca y decidida
logre un día vestir la prometida
ropa bermeja y la bordada trusa.

Dio a mi figura juvenil prestancia
el vistoso jabón de rojo paño,
y me tatué el bigote con jactancia…
la espada me ceñí con arrogancia
y… puse el pie sobre el PRIMER PELDAÑO.

Quise a Cronos vencer y, obsesionado,
exhausto a veces, pero siempre altivo
¡subir TREINTA PELDAÑOS ha logrado!;
si de viejo y caduco me han tildado
aún con orgullo a mi Don Juan revivo:

que aún banda arabesca mi tizana
y tiemblan, a mi voz, las bambalinas…
aún se yergue mi testa, mi corona
hoy de grises cabellos, se fusiona
con la de ayer, de lauros y de espinas.

Porque cual nuevo Fénix, que levanta
de mis propias cenizas, con afán
el mudo vuelo y, vigoroso canta,
mi espíritu se acrece y se agiganta
con los versos turpiales de Don Juan.

El hombre

Lo más interesante es que a don Alberto se le identifica como “El Tenorio” sin serlo en la vida real. La prensa contribuyo a solidificar la leyenda. Así, Francisco Soler y Pérez en sus famosos “Solecismo/ escribía: “1) En Don Juan don ALBERTO es Tenorio y no MARTINEZ. 2? Tanto vive ALBERTO MARTINEZ el Don Juan Tenorio, que ya doña Inés es una cosa legitima del alma suya. 3? El cuerpo de ALBERTO MARTINEZ es el alma de Don Juan Tenorio”. Y algo que nos parece muy actual, porque quieren hacer pasar gato por liebre con los tenorios cómicos y en especial el de la anécdota de la mentira del traje: “Los que imitan a ALBERTO MARTINEZ falsifican a Don Juan Tenorio”. Un entrevistador presentaba a don Alberto en El Imparcial del 31 de octubre de 1961 como un hombre “cuya personalidad la comparten en partes iguales el hombre de voz grave y maneras suaves, oriundo de Santiago Atitlan y el agresivo y enamoradizo personaje creado por don José Zorrilla. Los guatemaltecos no podemos ver a Alberto Martinez Bernardo sin pensar en Don Juan tenorio y en sus singulares aventuras. Hay en el actor, en su presencia física, un extraño caso de mimetismo, al grado que no se sabe si el hombre se ha ido pareciendo al personaje a fuerza de representarlo o el personaje, Don Juan, ha ido cobrando vida en Alberto Martinez Bernardo”.
Maria Teresa: “Nosotros en la familia no sentimos que mi padre esta muerto. Por cualquier cosa en cada momento le recordamos. Por ejemplo, en Navidad él se encargaba de las uvas, manzanas y el pinito y nosotros de los adornos de la casa… Mis abuelos eran españoles y le inculcaron mucha disciplina. Por ello, era un padre chapado a la antigua, consciente de que la mejor herencia era el apellido que heredábamos. Tenia en muy alta estima la moral, la honra. Eso lo identifica con todo el teatro español. Fue condecorado por España por todo el teatro español que hizo. Cuando monto “El Alcalde de zalamea”, el alcalde de Zalamea de entonces le envió un diploma. En carácter era fuerte. Firme. Recto. Noble. ¡Nunca tuvo una venganza! Lo ofendieron mucho los teatristas y él siempre pago con un favor. Fue excelente anfitrión para los extranjeros que venían. Un hombre agradecido a todos los honores que recibía. Entre ellas, la Orden del Quetzal. Quien se acercaba a el tenia las puertas abiertas”.
No sólo los teatristas fueron mal agradecidos. Si bien es cierto el pueblo de Guatemala inmortalizo la leyenda de don Alberto, el público era difícil. Según Manuel Galich “su noble esfuerzo por no dejar que nuestro agónico teatro exhale el ultimo suspiro y por recordarnos anualmente la presencia de Don Juan, reclama ya no solo palmas, que bastantes ha recibido, sino algo mas efectivo, como contribución de los guatemaltecos a tan benéfica empresa. La cultura del país, tendrá cuando se haya desarrollado la escena criolla, una deuda de gratitud para con Alberto Martinez”. Lo anterior es cierto: Don Alberto nunca trabajo por dinero. Cobraba hasta 25 centavos por mantener la tradición. Pero actualmente, existen muchos teatristas que aun no reconocen su sitial en la historia sin pensar que su labor conquisto lo poco que pueda llamarse publico guatemalteco de buen gusto” según M. Marsicovetere y Durán en El imparcial del 2 de agosto de 1943 al referirse a como el cine estaba entrando en la sociedad de entonces. “Y cuando en nuestro medio se llegue por fin a comprender el alto significado del teatro como necesidad cultural, como componente del buen gusto, entonces la labor de Alberto Martinez y sus colaboradores será ponderada en sus justas y merecidos limites”.
Lo cierto es que don Alberto Martinez debe ser reconocido en su debida dimensión histórica y no sólo usado su nombre de manera inmoral para hacerse publicidad diciendo que su traje se presenta en una obra. Según Maria Teresa, la única compañía que presento el Tenorio como debe ser, después de su padre, fue el TAU, bajo la dirección de Carlos Mencos. Nosotros, conscientes que una sociedad sin memoria historia es una sociedad sin identidad hemos dedicado este espacio, a manera de homenaje a nuestro tenorio, algo de esa leyenda magna de nuestra escena uniéndonos al reconocimiento testimonial que pocas instituciones han hecho como el caso de la Universidad Popular que nos presenta a don Alberto en su galería aunque traicioneramente personajes quisieron desaparecer dicha galería. Reyna Luz Payeras, por nuestro medio, pone un ramo de rosas blancas sobre la tumba de don Alberto. Pero el 90 por ciento de la gente que actualmente hace teatro no quieren, como con muchos otros, reconocerlo. Para muchos de ellos y ellos, el teatro en Guatemala se inicia cuando ellos y ellas empezaron porque, según ellos y ellas, Guatemala no tiene historia. Pero negar a don Alberto es querer tapar el son con un dedo. Este primer de noviembre y los del resto del tiempo perviva en el recuerdo, en la memoria del tiempo. Porque como expresó Humberto Hernández Cobos: “Solo esa noche de los muertos, esta vivo Don Juan. Y solo esa noche don Alberto tiene barba. La barba que les crece a los muertos. La barba eterna”.

Ni aún sumando centenas, han logrado
los héroes de mi vasto repertorio
perdurar, cual Don Juan ha perdurado,
que hasta mi propio nombre han olvidado
para adjudicarme el de “Tenorio”.

Por el soy conocido en los rincones
más apartados de la Patria mía…
no concebí tan altas ambiciones
cuando empecé a subir los escalones
del Templo de Melpómene y Talía.

Se que os debo esta fama inmerecida…
pero esta noche he de vestir de gala
para dar a Don Juan mi despedida;
mas mi hijo, por mi, le dará vida
y seguiréis triunfando en Guatemala.


NOTA: El texto en negritas intercalado es el poema completo “Mis confidencias a don José Zorrilla”, publicado en la revista de Don Juan Tenorio del 1 de noviembre de 1966 cuando don Alberto despedía del público su personaje después de treinta años de interpretarlo. Las fotografías corresponden a la tercera época de la obra de teatro que Maria Teresa ha decidido revivir con la ayuda de teatristas altruistas como Fernando Mencos quien hace el papel de don Juan en la actualidad. Para saber más de esta ultima temporada consultar en nuestra sección de Enlaces Interesantes el blogg del programa de radio ”Diálogos con Augusto César”, sección Historia y Tradición en el que hay referencia a una entrevista a Mencos que se transmite todos los sábados cercanos al 1 de noviembre.

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