martes, 21 de julio de 2009
Las puertas del Centro histórico de ciudad de Guatemala: El tiempo se refleja en ellas
Caminamos por el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala de la Asunción. Nos llama poderosamente la atención la antigüedad de ciertas construcciones. En las mismas, exquisitas puertas donde el tiempo parece reflejarse… haberse detenido e invitarnos a la fascinación de nuestra propia historia.
Nos imaginamos en cada una de ellas quién ha podido traspasarlas. Y vivir en esas residencias… ayer, hoy y mañana--- Aunque es difícil abstraerse del ruido del siglo XXI y tomar en tornar en tierra o adquirir o adoquín las calles podemos poner en nuestra mente a las damas de falda larga… con sombrero… las mengalas con delantal… los hombres, ricos o sencillos, sombrerudos y portados todos de una Guatemala niña… aún no despierta a las realidades del siglo XX y XXI… trasnochando y deambulando por las calles construidas en medio de preciosas construcciones de las que quedan muy pocas por el inclemente paso del tiempo.
Las puertas del Centro histórico: El tiempo de refleja en ellas
Por César Chupina, periodista
Dos tipos originales de puerta
“Existen dos tipos de puertas originales del Centro Histórico de la Ciudad –explica el Lic. Celso Lara Figueroa-. En los barrios de abolengo son de madera labrada y tienen incrustadas hierro forjado y adornos de bronce. Son barrocas como Casa Valverde, actual Banco Promotor y Las Acacias. En las mismas se puede apreciar la puerta de la cochera, la cual es muy alta para que pudiera entrar el caballo y el carruaje. En cada puerta de cochera, un aldabón confeccionado por artesanos que vivota en el actual Barrio de San Gaspar, 24 calle zona 1, al lado del Teatro Nacional, el cual era un pueblito alejado de la ciudad. Aun vemos las reminiscencias de aquella época en las casas que están tras el actual Centro Cultural y un tanque… parecieran esconderse del mundanal ruido y de la floreciente ciudad. Lo cierto es que dicho aldabón o tocador estaba colocado a una altura tal para que el hombre que iba sobre el caballo lo alcanzara y pudiese tocarlo”.
“existe otro tipo de puerta original en el Centro Histórico. Esta es más pequeña. Elaborada con madera también tenía una aldaba sin llave y con la tranca con la que cerraba. La puerta de la cochera también tenía una similar a la puerta de entrada y de allí viene aquello de atrancar una puerta… Lo cierto es que no se usaba llave. La puerta de entrada era interesante porque tenía un hoyito en el que había una pita, la que se halaba para que las personas pudieran entrar o salir auxiliadas con ella. También había un visor: Esto aún puede apreciarse en el liceo Francés. Por medio del mismo se hablaba. Era de hierro forjado también”.
Una ciudad niña, ¡por supuesto!, la que nos imaginamos tras poner atención a lo que nos dice Celso Lara: “En la que las casas no tenía llave y había una pita que se podía halar para entrar y salir porque eran tan grandes las casas que, a veces, no se opia hasta adentro que alguien llamaba. Pero también la sociedad era mucho más sana porque había confianza de que no cualquiera iba a meterse a la casa a hacer averías”.
“Originalmente – nos dice el maestro Lara Figueroa- habían dos puertas de entrada en las casas de alcurnia. La principal era para los señores y la del servicio para los empleados de la casa. La puerta daba a un zaguán y de allí a un corredor que rodeaba un primer patio donde iniciaba la vida social de la casa. En el Callejón del Fino aún podemos ver esto”.
Algunos cambios
Claro que ha habido una evolución debido no sólo al paso del tiempo sino a las innovaciones históricas. Los buzones, por ejemplo, que vemos en muchas casas del Centro Histórico son mucho más recientes de lo que pudiéramos imaginar. “Llegan a Guatemala a partir de 1840 – 50 –comenta don Celso-. El General Rafael carrera impone en nuestro país la posta de correo e inicialmente había buzones sólo en el Palacio de las Cien Puertas (Palacio Nacional). En 1880 se estabiliza el correo y muchas casas ponen sus buzones en el Centro Histórico de la Ciudad”.
“Los que más han contribuí al cambio de la fisonomía de la Ciudad de Guatemala de la Asunción y, en especial, de la fisonomía de las puertas de sus casas han sido los terremotos el de 1917. Originalmente las puertas, cuando la ciudad se traslada al Valle de la Asunción, las puertas imitan la estética de La Antigua Guatemala”. Como dato curioso don Celso comenta que “por las pobrezas de la época de traslación las puertas se hacían sencillas y las de los barrios de menos categoría lo son más”. Esto es curiosos porque, actualmente, duchas puertas “sencillas” son un tesoro valioso y si pretendiéramos enviar a construir una igual que las iniciales en el Centro Histórico nos salen tan pero tan caras que no se puede ya que “en la actualidad es más fácil – según el mismo Lara- hacer una casa que construir una puerta con esas características”.
Obviamente en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala el tiempo parece detenerse no sólo porque allí encontramos lo inicial de la capital de Guatemala sino porque es, además, una especie de compendio de toda la historia. La misma se refleja en sus puertas. Así encontramos puertas Art Nouveau o Art Deco, correspondientes a dichas épocas y expresan lo que en las mismas se quiso decir: “Aún el Centro Histórico en este sentido – asegura Lara Figueroa- está propenso a cambios y se adaptará a nuevos tiempos. Dentro de las puertas más recientes de dicho sector llaman poderosamente la atención las realizadas en hierro forjado. Entre ellas, destaca sobremanera la del precioso edificio de la Corte Suprema, ubicado frente al teatro Abril. Este último también refleja una de las tendencias arquitectónicas de los últimos tiempos y sus puertas dentro de todo el conjunto…”.
El ansia de detener el tiempo
El hombre, en medio de su mortalidad, no quisiera que el tiempo pasara, le gustaría detenerlo y hace esfuerzos innumerables porque so ocurra. A eso se deben los esfuerzos por rescatar el Centro Histórico de la Ciudad, lo cual permitirá sobremanera comprender aún más lo que nos dio origen como ciudadanos y comunidad. Los artistas hacen lo suyo y es así como vemos a arquitectos, fotógrafos, decoradores, etc. fascinados por esta parte de la ciudad. Dentro de estos personajes figura don Víctor Álvarez, a quien vemos en la primera gràfica de este apartado, destacado fotógrafo, quien, en su afán de detener el tiempo, se ha dado a la tarea de fotografiar las puertas del Centro Histórico y conjuntarlas en la publicación “Una puerta al pasado”. Dicho maestro nos da a continuación su opinión sobre el Centro Histórico: “es algo que se debería tratar de conservar lo mejor posible. No sólo en cuanto al remozamiento de las casas sino la limpieza de sus calles para que luzca mejor. En cuanto a su importancia histórica, el Centro Histórico guarda tanto que cuando las recordamos las personas que tenemos algunos años, nos es muy grato. Debemos emplearlo para que las nuevas generaciones conozcan la Guatemala de ayer”.
Las últimas casas
Según el crítico de arte Juan B. Juárez, “la perspectiva de Víctor Álvarez es la nostalgia. Las casas de Víctor son, a sus ojos, laboriosas construcciones, para capturar el tiempo. En efecto, en los altos muros, en los dinteles de piedra tallada, en la férrea fragilidad de los balcones, en la suave inclinación de los techos de teja, el tiempo deja de ser un concepto abstracto y se vuelve cosa tangible, viva, cuya respiración crea una atmósfera de paz y dignidad. Sólo si se capta la emulsión nostálgica emotiva con la que Víctor desarrolla su trabajo, se puede comprender que sus fotografías no tienen por objetivo documentar una historia amenazada por el olvido, sino más bien el afán de mantener vigentes los valores espirituales impregnados en la solidez de esas viejas construcciones… las fotografías de Víctor contienen en una callada nostalgia, una llamada a la reflexión. En ese marco expresivo son frecuentes las fotografías de casas de esquina, a la perspectiva de un aspecto monumental y dramático, y sitúan al espectador literalmente en una encrucijada que hace ineludible una decisión. Las consecuencias de esa decisión también las ilustra el fotógrafo: la denigración, el más burdo comercio. En síntesis, el fotógrafo plantea valores, llama a la reflexión, exige decisiones y por eso accede a la categoría de artista”.
Ahora bien, lo que más nos hace preguntarnos de Víctor es ¿por qué se interesa por esta temática? El mismo responde: “Al ver el deterioro que estaban sufriendo todas las casas representativas de la Guatemala de antaño por diversas razones, uno ve con nostalgia lo que se va perdiendo. Me dije que con mi cámara podía rescatar un poco lo que es la Guatemala de ayer”. ¿Cuáles son esas casas? “Literalmente las que yo he fotografiado no son las últimas casas sino que hay más. Lo que pasa es que en las fotografías he captado el deterioro grande de las mismas”. ¿Quiere decirles algo a las autoridades con esto? “Si. Que habría que interesarse no solamente por el sector ubicado en San Sebastián y Jocotenango. Mas al sur hay muchas casas que merecen ser restauradas. Si fuera hacer efectiva una Ley que no permita que estas casas sean demolidas. Han apenas dejado las fachadas y dentro de ellas construyen, por ejemplo, casas de varios niveles, lo cual no debe ser”.
En cuanto a las puertas ¿cuál es su predilecta y por qué? “Ese también ha sido un tema de conservacionismo de lo antiguo. Las puertas que me fascinaron más son las que están ubicadas en el antiguo Colegio Santo Domingo, 9ª ave. y 13 calle. El tipo de puerta es arabesco y tiene mucho trabajo arquitectónico la mismas. También están las puertas del Palacio Arzobispal. Una de ellas luce en la carátula de mi folleto. ¡Son sobrias todas!”. ¿Ya no hacen puertas así? “Definitivamente ya no. Me imagino que la madera ha de ser más costosa que el metal. Tal vez represente, también, menos seguridad para los dueños de viviendas una puerta de madera que una de metal”.
¿En cuál de esas casas le hubiese gustado vivir? “En la que está en la 10 ave. y 5ª calle, zona 1, donde antiguamente estuvo la Floristería Las Acacias. En el contorno exterior de la misma miro aquellos balcones tan hermosos y sus espacios interiores, representativos de una época romántica. Adentro, imagino, se ha de respirar mucha paz. Es algo nostálgico hablar de eso”. ¿Qué tan diferente es el Centro Histórico de Guatemala a otros americanos? “El nuestro para mí es muy importante. Allí nació la nueva capital de la Asunción y, en ella, se registraron muchas anécdotas de tipo político, social, personales. Por ello estoy ligado afectivamente al mismo. No le podría decir de otro. Imagínese esos paseos de antaño como eran El Hipódromo, Parque Morazán, Plazuela San Sebastián, Parque Central que estaba rodeado por su verja de hierro con la estatua del descubridor de América al centro. Era al precioso…”.
¡Qué cambios significativos ha visto desde su infancia para acá en el Centro Histórico? “Tengo 67 años. He visto cambios bastante grandes. Hay muchas casas que han desaparecido totalmente. El Centro histórico, llamado así ahora, reunía una cualidad muy grande: Era apacible, tranquilo, para poder recorrer sus hermosas calles. Hacíamos hace un rato recuerdo del Parque Central. Y así puedo hablarle de lo que era la 6ª calle con el Cine Variedades. Su nombre era Rigor. En los años 40 más o menos no estaba ubicado donde actualmente le conocemos sino sobre la 6ª calle yendo de Oriente a Poniente sobre el lado izquierdo. Era un lugar a donde asistíamos con mi familia. A mi abuelita le gustaba llevarnos a ver las películas mexicanas de antes que eran tan entretenidas y bonitas… También podríamos agregar algo de otro barrio que he captado con la lente de mi cámara y se quedó olvidado: Parte de la 5ª calle a la 1ª avenida zona 1 y que actualmente conforma La Candelaria, matamoros, El callejón de Pavón. También La Calle de las Troches, etc. todas se han quedado un poco olvidadas. Se les puso su nombre anterior para que se conserve esto pero…”.
Bajo aquél dintel…
Nos cuenta don Víctor entre sus anécdotas que “conocí a una muchacha en una fiesta. Y de allí nació una amistas que, al frecuentarla y frecuentarla, llegaba al matrimonio. Caminaba mi novia y ahora esposa por las calles. Íbamos al Cerrito del Carmen. Era muy especial. Por la hora en que íbamos nunca tuvimos problemas en cuanto a aparecidos como La Llorona y El Sombrerón. Más de alguna vez nos refugiamos bajo una puerta para pasar la lluvia… también con otra novia que tenía… Era hermoso estar bajo el dintel de la puerta pasando la lluvia. En el Barrio de Candelaria he vivido durante tanto tiempo. Una noche, pasada una Semana Santa, escuchamos un ruido en la calle. Era una avenida que no es empedrada. Más, sin embargo, con mi esposa, escuchamos muy bien, al filo de la media noche, los ruidos de una rueda de carreta que pasó caminando a una velocidad grande. Salimos con ella a ver. Caminamos y no vimos nada. Nos hizo recordar la famosa carreta de Sixto Pérez que Héctor Gaytán menciona bastante en sus libros. Es posible haya sido eso… También, un amigo que vive en una de las casas de enfrente nos contaba que, por las noches, oyó más de alguna vez a La Llorona en el Cerrito del Carmen. Oyó el alarido, vio la sombra blanca y llegó a su casa con mucho miedo. No se podía mover por haber visto al espanto…
Tras… frente… lejos de la puerta
Don Víctor actualmente reside en la 16 avenida y 7ª calle de la zona 6, lo que antes llamaban la Primera Avenida de Chinautla, muy cerca del Centro Histórico. “De esa parte ya desapareciendo todas las casonas viejas que había – comenta. El terremoto del 76 se encargó de que eso desapareciera y muriera. Desde las viejas puertas de mi casa he oído a muchas personas que transitan y platican cosas varias. En la vida cotidiana: Van a veces de regreso a sus hogares y pensando en la cena, etc. esto es lo que es Guatemala”.
Don Víctor también nos habla de sus recuerdos frente a las puertas que dio en fotografías. Así, por ejemplo, en la de la 9ª calle sobre 7ª avenida, para abajo donde estaba el Hotel San Carlos, protagonizó una anécdota corta pero jocosa: “A subir yo la acera de la calle se me resbalaron los pies,. Increíblemente no pude guardar el equilibrio pese a que era joven. Hasta la esquina de la 8ª avenida fui a dar y me sostuvo un señor en sus brazos. Eran los años 50”. En torno al Callejón del Judío y Avenida Juan Chapín nos dice: “Deambulé mucho por allí por cuestión de amores. Había allí muchas patojas que yo estaba conquistando. Por ello, también me llamaba la atención el Cerrito del Carmen. Iba por las noches con mi primo a escuchar el croar de los sapos en la antigua pileta. Eran muy grandes. Emitían los batracios unas voces de tenor interesantes”.
El Callejón del Fino: “Trae muchos recuerdos para mí. Me fui a estar una temporada a Xela. Cuando volví tenía 15 años y encontré la capital de manera muy diferente a lo que es un departamento. Una mi prima vivía en el Callejón del Fino, en la casa donde estuvo el Teatro Aramiz. Nosotros salíamos en la esquina de la 5ª calle, frente a la Cerería de La Merced. Allí había una pequeña cafetería que tenía su rockola. Era todo muy tranquilo. El dueño nos daba permiso de oír un disco y tomar aguas y nos poníamos a bailar tranquilamente sin que se burlaran de nosotros o nos ocasionaran daño alguno”.
De lo que ahora es el Centro Cívico: “Yo estudiaba en la Escuela Cayetano Francos y Monroy, ubicada en la 15 calle y 11 avenida zona 1. De allí nos llevaban al Estadio escolar que después se llamó Estado Autonomía, donde se verificaban los encuentros de fut de ese entonces. Una tarde de esas dispusimos con unos compañeros irnos al Parque de Navidad., frente a la Penitenciaría Central, que estaba en ese espacio que ocupan los edificios de Muni e IGSS. Tenía muchos juegos como pasamanos, coche encebado, columpios, etc. Éramos 3 los que fuimos a columpiarnos y por ser los meses cercanos a la Navidad que empieza a oscurecer temprano cuando sentimos salimos corriendo. Para bajar la calle bajamos corriendo entre la Penitenciaría y el Ferrocarril. Cuando los 3 tocamos los rieles de la línea nos brotó un grito horroroso. Nos dimos la vuelta dimos la vuelta y los sentíamos los pies como que eran de plomo. Cuando regresamos a la 7ª avenida y 18 calle, para irnos por calles más transitadas, pasó algo que me quedó grabado: Pensé que era consecuencia de tanta víctima que cobraba el tren. Sobretodo, de manera pasional, ya que las mujeres se iban a tirar desesperadas. Creo que una de ellas fue el espanto que nos salió. Lo cierto es que ya no nos quedó ganas de volver a atravesar por allí”.
Era una mejor Guatemala
De todo ese ayer ¿qué es lo que más añora don Víctor? “La falta de seguridad y la poca confianza que hay para poder transitar ahora libremente y dejar las puertas abiertas como antes. Miro con mucha nostalgia la Sexta Avenida. Antes decía había que ir a sextiar porque la calle era limpia, sin problemas, etc. recuerdo que la época del cantante Mario Lanza que puso de moda unos suéteres, nos hacía ir a pararnos frente a las puertas de los cines a ver pasar patojas. No había esa bulla y congestionamiento a consecuencia de comercios en las aceras y el tráfico. Era una mejor Guatemala sin duda… Con pena he visto el deterioro que esta ciudad ha ido sufriendo. No sólo en el aspecto material sino en el moral. Ojala los jóvenes al leer este reportaje se interesen en tratar de cambiar, ser diferentes, personas correctas… Recuerdo que al entrar antes al Cine Luz no era permitido entrar sin corbata y de diez o quince años uno la usaba. Se vestía correctamente y con respeto de persona a persona, sé que son tiempos difíciles de volver, pero algo se puede hacer si individualmente tratamos de rescatar esos valores que se han ido perdiendo…”.
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