jueves, 18 de junio de 2009

Rubén Morales Monroy, "árbol que murió de pié"




Se le identificó con dos cosas: La Universidad Popular de Guatemala y la obra cumbre de Alejandro Casona con cuyo mensaje se formaron varias generaciones desde que él se inmiscuyó en el invento del Teatro para Estudiantes: Los Árboles mueres de pie. Alguna vez expresó al autor de este reportaje: “Quiero morir de pie… como los árboles… sobre las tablas… porque estoy casado con el teatro”. Y su deseo se cumplió. A pocos días de su lamentable pérdida, como el principal formador de teatristas en Guatemala, publicamos en Diario El Gráfico un homenaje muy chapín (póstumo, por supuesto) cumpliéndose aquello de “cafeteando al muerto” en la entrevista que hoy revivimos. Si, a la hora de charlar sobre él maestro Rubén Morales Monroy, Ana María Iriarte (QEPD), René Molina (próximo difunto) y Carlos Díaz bebimos una taza de café…

Rubén Morales Monroy, "árbol que murió de pié"
Por César Chupina, periodista

Brillante obra

Rubén Morales Monroy nació en Chiquimula en 1933, hijo de Ricardo Morales y Rosalinda Monroy de Morales. Según el actor Carlos Díaz, también chiquimulteco, se vino tan pequeño de allá para la capital que “ni lo conocen, ni saben quien es o fue…”. En 1949 inicio sus estudios teatrales en la Universidad Popular, bajo la dirección de Manuel Lisandro Chávez, concluyéndolos en 1955, año en que el profesor Chávez organiza el Grupo de Teatro José Martí de dicha institución, con el cual hizo divulgación teatral en misiones ambulantes. No contento con lo que estudió en 1957 ingresa a la Escuela Nacional de Teatro de Doimingo Tessier de la cual se graduó y en 1959 parte a México a seguir conocimiento las intimidades del teatro, bajo la instrucción de la señora Carmen Montejo quien lo hizo uno de sus consentidos, compartiendo tiempo como trabajador del teatro y estudiante a la vez. En 1961 regresa a Guatemala, trabaja con varios grupos y en 1962, gracias a las gestiones de su maestro Meme Chávez, se hace cargo de la dirección del Teatro de la UP, donde hizo lo más brillante de su obra. De entonces hasta su muerte la Academia de Arte bajo su cargo sacó más de veinte promociones de acotes y técnicos, constituyéndose en un verdadero empuje al movimiento teatral en Guatemala.
De 1967 a 1987 organiza 25 Festivales de Teatro Guatemalteco y Centroamericano con la participación de la mayoría de los grupos teatrales del istmo los que han montado en dichos más de 20 obras. De 1962 a 1979 lleva a cabo la edición de quince revistas de los Festivales de teatro ya mencionados, los cuales son a la fecha, verdaderas joyas informativas e históricas. De 1972 hasta el día de su muerte organizó 15 Temporadas de Teatro Didáctico para estudiantes de Nivel Medio siguiendo los postulados del maestro Hugo Carrillo, creador del teatro para Estudiantes en Guatemala. En una conversación con el autor de este reportaje comentó: “Lamentablemente, el teatro para Estudiantes no es lo que se pensó al crearlo. Lo que se está haciendo es sólo por hacer dinero”.
En 1972 Rubén Morales monroy obtiene por parte del Ministerio de Educación de Guatemala el título de Maestro de Arte Especializado en teatro como parte de una promoción de gente de teatro de entonces. Fue, junto a Rene Molina, uno de los promotores de la Galería Gente de teatro de la UP, la cual es fuente de historia (aunque parcial porque no todos los que valen están allí, sólo unos cuantos), inspiración y documentación para estudiosos y admiradores del Arte Dramático.
Infinidad de obras fueron las que dirigió el maestro Rubén, como cariñosamente se le designaba en todos lados. Su labor de jurado, maestro, actor y director fue reconocida con infinidad de premios, galardones, diplomas, distinciones de todo tipo. Sobresalen, entre otros: Diez premios Opues del Patronato de Bellas Artes, varios primeros lugares en festivales, olimpiadas culturales, etc. Cruz al Mérito y Monja Blanca de la APG; en 1989 es seleccionado a figurar en la Galería Gente de teatro de la UP. Declaración en 1987 como Artista del Año. Declaración como Dios de la Victoria en Arte y Promoción el año de su muerte, etc. y se recuerda su primer premio obtenido en el festival de teatro de Aficionados organizado por Bellas Artes con la obra de Galich, De lo Vivo a lo Pintado. Aquí debemos acotar que Rubén Morales Monroy se declaraba a sí mismo el admirador número uno de la obra de Manuel Galich, de quien siempre decía “es el padre del teatro guatemalteco”. Cuando se le dijo que pusiera su nombre a la sala de teatro de la Up se negó rotundamente porque el que lo merecía era Manuel Galich y así le puso.
En 1955, tras trabajar en el ya mencionado Grupo José Martí, el maestro Rubén organiza un grupo con las reclusas de la Presión de mujeres. En 1962, la Compañía de teatro de Bellas Artes de Bellas Artes. En 1964, la de la Academia de Arte Dramático de la UP. Y en 1966 la de la UP que tanto prestigio tiene en la actualidad y que ha durado más de 40 años de labor. Con la misma, el maestro hizo 45 obras de autores nacionales e internacionales, 24 temporadas de teatro para estudiantes de nivel medio, 30 giras departamentales y 5 giras centroamericanas.
Rubén Morales Monroy siempre acusó a Ricardo Martínez, miembro del teatro Gadem, personero de Relaciones Públicas del Banco de Guatemala de sabotear por envidia el financiamiento que los Festivales de Teatro del a UP tuvo. Lo cierto es que nadie ha podido en Guatemala superar lo monumental del quehacer teatral de Rubén Morales monroy, acostumbrado a manejar cientos de actores en escena en obras que requería muchísimo elemento para trabajar. Este es uno de los recuerdos que perviven en el inconsciente colectivo, lo cual se ha perdido al morir; primero ante la mediocre, pueblerina y traicionera administración de su sucesor Rodolfo Mejía Morales, dedica sólo a hacer dinero. Y se cataloga como mediocre porque sólo demostró su afán de imitarlo pero, como sabemos en las Leyendas del Dios Apolo, el dios es el dios y Midas nunca pudo superarlo. En la actualidad la UP, en las manos de René Molina, con muy buenas intenciones ha puesto la Academia en manos de Ángelo Medina, quien no teniendo la mística del maestro, simplemente le ha dado otro giro abandonando sus ideales primarios que si bien es cierto deben evolucionar en sus manos no deben abandonarse ante lo que la historia ha registrado desde ya como un capricho senil del maestro Molina quien dicho sea de paso es uno de los pocos sobrevivientes del teatro guatemalteco de inicios del siglo XX.

¿Un ogro?
“Hablar del maestro es cosa seria”, comenta Carlos Díaz. “Como maestro es un excelente maestro. Los que logramos todavía trabajar con él en clase pudimos ver cuánta motivación y especialidad ponía en todo. Pedía al alumno trabajo y nunca aceptó el yo no puedo”. RENE MOLINA: “Cuando se formó la Academia de la UP fuimos compañeros. Yo daba una cátedra y él otra pero nunca lo vi dando clases. Nunca nos topamos en ese sentido, Lo cual es muy curioso. Eran los años 52 al 64. Cada uno dábamos una clase semanal de hora y media., a otro nivel hicimos mucho trabajo juntos. En esa época todo se concentraba en el Conservatorio Nacional de música…. Vivíamos cerca y almorzábamos todos los días con doña Rosita en el Conservatorio. Mi amistad con él fue siempre pareja… nunca varió. Al verlo en escena era un gran maestro. Algunos de sus trabajos, como El Tren Amarillo fueron fabulosos. Fue de las primeras obras en Guatemala que tenían demanda… Estuvimos también juntos en México, cuando trabajaba con Xavier Rojas y él tenía mucha amistad con Carmen Montejo. Mucho de lo que él practicó en México lo vino a poner en práctica aquí. Tal el caso de los Festivales que nacieron después que él vino de allá”. ANA MARIA IRIARTE: “Yo entré de quince años a la UP. Rubén Morales Monroy fue mi primer maestro y lo fue toda la vida. Lo que yo admiraba en él primero que nada era su energía inacabable para trabajar. También, la disciplina que fue muy famosa que contrasta con la actualidad en la que vienen a la academia alumnos seis meses o un año y ya se creen directores y se van. Pero el producto realmente de las generaciones pasados a estas era la disciplina, la cual era muy reconocida. Nos decía: Son parte de la UP entonces tiene la disciplina de él. El regalo más grande que nos pudo dar como maestro fue su entrega, su mítica, su amor a lo que hacía”.
Pero ¿cómo fue la primera impresión de cuando lo conocieron? El autor de este Reportaje recuerda que era un hombre gallardo que inspiraba respeto… a quien se le debía saludar de lejos y decirle adiós. Con una sonrisa respondía con la mano… pero al verlo “rutiar” a su gente, intimidaba y “mejor había que irse de la UP antes que nos tocara” durando en la misma apenas un par de semanas. Reacción de adolescentes, claro. ANA MARIA: “¡Un ogro!, dije yo cuando lo conocí. Era tremendo. Tenía un carácter terrible. Decía yo: Pero ¿por qué aguanto? ¿Por qué estoy todavía aquí? Era muy estricto. Excesivamente estricto. Lo que pasa es que yo no sabía realmente qué degustaba de estar en la UP. Entonces cuando él miraba que pasaba a hacer ejercicios y me ponía a llorar me amenazaba de mandarme de regreso a mi casa. Hasta que tuve que ceder y me puse a trabajar y desde entonces no me bajé del escenario. Pero lo extraordinario de él era su calidad humana. No podía comerse un pan si no lo compartía. Esa es una de sus grandes cualidades. Traía uno un problema y lo resolvía como fuera. Se sentía uno apoyado., además, con el trato de tantos años no sabe uno si lo mira como papá, como amigo, como hermano… Para mí su falta es tremenda. Creí que era inmortal. ¡Que terrenalmente no iba a desaparecer nunca! Pero ese día llegó…”.
RENE: “Yo no conocía a Rubén personalmente. No estaba yo viviendo aquí en Guatemala. Luis Domingo acababa de tomar la Dirección de Bellas Artes. Como con él yo tenía una amistad muy grande cuando vine lo llegué a saludar a su despacho. Cuando yo entré al patio oí una alegata espantosa. Era Rubén que se estaba peleando con Norma Padilla. Se estaban diciendo horrores. Entonces cuando a mí me lo presentaron me dijo: Yo no quiero saber nada de este señor. Me metí a la oficina de Luís Domingo y como a la media hora entró Rubén como que si nada. Ya había descargado toda su energía. Fue el día en que llegó Norma Ramírez, la secretaria del despacho, me dijo: ¿Y así es aquí siempre? No. Le dije: Eso es una cosa esporádica. Casi se va. Esa fue mi primera impresión. Lo que pasa es que él se exaltaba cuando no le salían las cosas, no tenía para producción, etc. en general tuvo siempre buen trato. Se llevaba muy bien con todos sus elementos. Hizo época. Éramos pocos y muy solidarios y Rubén era el más importante de ese movimiento”.
CARLOS DIAZ: “El primer día que tomé clases con él y él me presentó nunca dio una sonrisa. Charló sobre el tipo de trabajo en clase. Presentó a los maestro. En una clase (1984) estaba yo feliz porque encontré en una librería Un actor se prepara, libro de Stanislavsky. Era un jueves. El último momento para entrar a la clase eran las siete menos cinco en punto. Me senté. Entró., no podía haber ni el ruido del vuelo de una mosca. No sé quién me habló atrás. Me dijo: ¿compraste el libro? Si, le dije. Muchacho, me dijo el maestro, venga para acá. Quiero ver, me dijo., le enseñé el libro. Lo rompió y me dijo: Se me sale… Después me dijo: Nunca se entorpece la disciplina que tengo en clase. En ese tiempo aún tenía gran disciplina. Pero creo que si no la hubiésemos tenido estaríamos todavía en el limbo buscando qué hacer o la irresponsabilidad. Del grupo habemos todavía unos cuatro o cinco que estamos trabajando y tenemos esa disciplina, Creo es la mejor herencia que tuve con él. Era un jueves antes de irse al hospital me dijo: ¡Qué triste es la vida. Llegar a conocerse uno después de tanto tiempo con los alumnos! Platicábamos de Chiquimula también. Estaba su hermana allí y le dice él: Susana quiero presentarte a Carlos Díaz, es nieto de mi tío Adrián. Nunca supimos si éramos familia realmente. Así lo dejamos pero siempre platicábamos del abuelo Adrián porque era tío de él y eso fue el mejor momento tal vez para mí: Estar platicando con él de cuando salió de Chiquimula… me decía cómo está Chiquimula ahora… Era como compartir con él ese pedazo de tierra… Otra vez, en clase de actuación se oyeron los murmullos detrás y él tenía un oído de tísico… dije yo: ¡sho! Y él me dijo cállese cerebro de camarón y trágame un vaso de agua. Para él lo más importante era el trabajo., su disciplina la comparo con el servicio militar. Hice el mío en Chiquimula y luego me vine para acá. Cuando vine a la UP decían: Dios santo, toda la gente se va a la calle el domingo… son las 2 del a tarde… me vine sin almorzar de mi casa y estamos ensayando… sólo quedaba oír las bombas del quince de septiembre y nosotros ensayando… pero fue una disciplina que me volvió a mí un hombre de bien., su disciplina me ayudó mucho a seguir el camino recto”.

Un tipo paternal
ANA MARIA:”Con él era gritos tras gritos. Yo le tenía miedo. Veía que él venía por unas gradas y yo me iba por las otras para no toparme con él. Era guapísimo pero yo no le veía lo guapo. Decía: Pero ¿por qué estoy aquí metida? Lo que pasa es que como yo era la muchacha que no estaba disciplinada y me la pasaba comiendo y hablando él sentó que yo no tomaba en serio esto. Pero después que en la UP me casé, me volví señora, tuve un hijo, fue haciendo que él se fuera dando con los años… Yo le decía que él era mi cruz porque ni bien había yo llegado a mi casa él me estaba llamando para decirme Ana María a qué horas va a venir mañana porque fíjese que… ¡Ay mi cruz!, decía yo. No me dejaba en paz. Pero era una cruz agradable. Con todo lo que lo serví lo hice con gusto. Peleábamos a cada instante porque no estábamos de acuerdo en muchas cosas. Lo que pasa es que tenía un gran poder de convocatoria. Era un líder. Porque de no ser así no hubiéramos aguantado todo lo que aguantamos: Hambre, desvelo, estar en la Up todo el día… Nunca me abandonó. Me vio crecer. Pero al ser ya mujer nunca me desamparó. Me iba siempre a dejar a la puerta de mi casa. Yo no podía irme con nadie porque parecía andaba siempre con mi papá… Lo protegía a uno, lo cuidaba a uno. Cuando íbamos a las giras no había a veces donde dormir. Acostaba a las mujeres de un lado… los hombres de otro y él siempre estaba bajo la luz sentado esperando que amaneciera. Era un tipo paternal, sabía resolver los problemas a todos. ¡Cuidarnos a todos! Éramos su familia. Lo que su verdadera familia no lo conoció lo conocimos nosotros. Todo lo compartimos con él…”.
CARLOS: “Pero no sólo a las mujeres trataba así. ¡A todos los de sus elencos! Nos iba a dejar en taxi y hasta que uno entraba a la casa le decía al piloto vámonos. El era el último que se quedaba siempre. Va a ser muy difícil olvidad al maestro Rubén. Es muy difícil para mi persona entrar a la cabina de luces de la UP, donde él se mantenía, su pedazo de casa, y ver la cama vacía. Pero no me he puesto a pensar que está muerto. Para mí está en el hospital y sé algún día va a regresar. Es algo que me mantiene tranquilo. Al ser humano no voy a poder olvidar por haber vivido con él tantos momentos gratos y malos”.
RENE: “Nosotros nos veíamos seguido. Hubo una temporada larga donde dejé de pasar a la UP. Una semana de ausencia y me llamaba a mi casa para preguntar cómo estaba… Nunca se perdió el lazo como con otros compañeros. Siempre procuró mantener esa unión., aprendí a llamarlo. Si él no me llamaba en una semana y media entonces yo ya lo llamaba… Era un gran amigo que me contaba sus problemas. Trataba por lo menos de tranquilizarlo o escucharlo aunque no de aconsejarlo porque siempre hacía lo que quería…”.
ANA MARIA: “Para mí su ausencia es tremenda. Porque cuando en casa alguien mueres pues uno sale todo el día. Pero conmigo es al revés. Desde las 8 de la mañana a las 11 de la noche estaba con él. Para mí es bastante difícil. Oigo ruido de puerta y pienso que ya va a venir. No he logrado entrar en la realidad todavía. Estuve siempre en su enfermedad dándole atención y cariño. Tan es así que me preguntaban en el hospital y usted qué es de él. Pues fíjese, decía, consanguíneo nada pero espiritualmente, todo. Guatemala no fue justa con él. Nosotros no lo mirábamos como personalidad porque lo teníamos tan cerca. Pero a Guatemala le dio nombre, todo, ¡su vida! No fue apreciado como no es apreciado ningún artista. No se le dio su lugar ni la vida que se merecía como artista y gente que entrega todo a un país y al teatro: este era su mujer, su amante, ¡su todo! El era la UP”.
RENE: “La UP tiene una cantidad de cosas que poca gente conoce. Pero cuando se menciona la IP se liga inmediatamente al teatro y el teatro era Rubén Morales Monroy. Antes de él, la Academia existía pero no trascendía y Rubén la hizo trascender y la hizo importante. Gracias a él vino mucha gente del extranjero a darnos conocimientos… ¡Cuánta actriz y cuánto actor no pasó por el escenario! Y todo gracias a él…”. ANA MARIA: “Rubén Morales Monroy fue quien dio a conocer a la UP. Fuera de Guatemala él la dio a conocer también. Es muy triste que a veces se hable con autoridades de la UP y digan que la compañía no existe porque no es de la UP. Esto es injusto porque fue la que le dio nombre a la UP. El maestro tuvo mucha fe en Rodolfo Mejía cuando este llegó a secretario pero no dio la espalda… nos metió el cuchillo… nos ninguneó…”.
CARLOS: “El no permitía noviazgos porque arruina el trabajo escénico, decía., así que los noviazgos después de las cuatro iglesias que rodean la UP, decía. Era tan especial que cuando enfermaba uno llamaba y decía que no era necesario dar clase pero al ensayo siempre íbamos”. ANA MARIA: “Tuve hasta muertos y no podía faltar al teatro. Para la familia es difícil entender eso: Cuando murió mi papá yo estaba en ensayo. Del ensayo a la funeraria… del entierro, a función. Para él no había esas razones. Para que él saliera a algún lado tenía que pasar algo especial. No entendía a los directores que dejaban sus obras porque para él era sus hijos. Por eso no salía de la UP. En el fondo era un hombre solitario y por eso temía a la muerte. Quizá por eso se avocó mucho a los que estábamos cercanos, nos adoptó como hijos y al morir nos dejó bien fregados… La gente no puede entender mi relación con él porque no fue mi hijo, papá ni nada… pero a la vez lo fue todo”.

Por dentro
RENE: “Rubén era muy aprensivo. Le tenía pavor a la oscuridad y a las enfermedades. Era hipocondríaco… comenzaba siempre a ver qué medicinas tomaba… llamaba al doctor… etc. En la UP había muchas cajas de medicinas traídas por él. ANA MARIA: “El tenía pánico a la muerte. Cuando hablábamos de ella era en broma… Nunca fue nada en serio. Lo único que dijo es que quería que sus libros quedaran en la Casa de la Cultura de Chiquimula y así ha sido… era, además, católico, apostólico y cucurucho…”. RENE: “Le encantaba el fútbol. Desde que lo conozco sé de esa su pasión…”. RENE: “Su equipo era el Municipal. Tiene en su oficina un póster del mismo…”. ANA MARIA: “Conmigo peleaba porque yo iba por el Barcelona y me decía que era extranjerista y por qué no apoyaba lo guatemalteco. Soy roja, le decía, pero son malos… A mi me gusta el buen fútbol y no entendía él eso. Eran unas peleas para llevarme la contraria todos los días por todo. Me alegaba que por qué me gustaba García Márquez y no Miguel Ángel Asturias… era un hombre que amaba mucho a Guatemala. Las plantas también le fascinaban. Le encantaba ver un escenario con las colas colgando, etc. por eso quería volver a poner La Tía de Carlos donde había muchas plantas. Se gastó hasta Q 1,500.00 en un vivero”. RENE: “Cuando el incendio de la UP vine como a las 6 de la mañana y me encuentro a Rubén limpiando las cenizas. Lo que él rescataba inicialmente eran sus plantas”.
ANA MARIA: “Era muy goloso. Cuando él podía comer de todo yo hacía siempre postres y pensaba había que llevárselos al gordo. Le encantaba el flan… Como Xavier Pacheco resultó diabético entonces él resultó igual y dijo que no podía comer azúcar… se autoprescribió no comerla. Se limitó a no comer dulces. Entonces dejé de hacer chuchearías para cuidarlo…”. CARLOS: “Para Semana Santa yo me iba a Chiquimula y al regreso le traía tres mangos y panes de yemas. Le decía: Dale uno a Ana María y me decía ay no vos… están muy ricos y, además, a saber a qué horas viene Ana María”. RENE. “Manuel Ocampo cumple años el 1 de noviembre y Rubén siempre esperaba que llegara ese día para comer el fiambre que la madre de Manuel, diña Chusita, hacía. Decía que no había fiambre como ese…”. ANA MARIA: “El sabía cómo se hacían las comidas. Si un ingrediente faltaba, siempre regañaba. Me decía, a veces, por ejemplo, no ha cocinado frijoles blancos, ¿verdad? Sabía yo que era una indirecta. Quince días antes de enfermarse me dijo: ¿Sabe qué no he comido desde hace rato: aquellos ravioles que usted hacía? Le hice sus ravioles y comió re bien. Le tratamos de dar gusto en todo lo que quería”. CARLOS: “Le fascinaban también las aves. Se ponía a ver el palo de hule y le encantaba ver cuando empezaban a caer todos los sanates… Miraba siempre al cielo a ver cuando pasaba un zopilote. En el edificio de la UP andaban perdidos los pajaritos y lo hacía subir a uno al árbol a buscar el nido…”.
ANA MARIA: “La artesanía popular le encantaba. Sobretodo la de Chinautla. Su nacimiento lo hacía con cerámica de allí. La última Navidad su pesar fue haber dejado solo su nacimiento porque como ya no lo visitaban se fue a pasarla con Manuel Ocampo. Sobre la calle de la UP era el único que alas 12 de la noche del 24 de diciembre le quemaba cohetes al Niño Dios…”. RENE: “Antaño, los cumpleaños de Rubén, 2 de febrero, eran grandes fiestas. La gente traía comida a la UP y comían todo el día…”. CARLOS: “Era muy católico. Le gustaba San Antonio y no había año que dejara de ir a visitar a El Señor de Esquipulas a quien le tenía todos los días su veladora… También la Virgen del Rosario. Iba todos los días del mes de Octubre a Santo Domingo…”
ANA MARIA: “Dentro de sus cualidades cabe destacar que era muy humano. ¡Su solidaridad!... solucionaba siempre los problemas afectivos de todos”. CARLOS: “La persona que estaba caída él trataba siempre de levantarla y motivarla…”. ANA MARIA: “Una vez que estábamos en crisis me prestó dinero aunque nunca tuve confianza con él para pedirle dinero. Mi hijo me dijo qué grande es ese viejo mamá. Pero a los pocos día había que pagarle porque que alguien le debiera nunca olvidaba”. RENE: “Y él no sabía deber. Se fue sin deberle nada a nadie”. ANA MARIA: “Ya en el hospital, grave, en la cama, preguntaba por un vuelto de una medicina, nosotros le debemos todo a él. Nunca me pude desligar y romper el cordón umbilical de él”.
RENE: “Tal vez porque había pasado de peores crisis nunca pensó en morir. Para el año de su muerte quería montar La Zapatera Prodigiosa”. CARLOS: “Lo fui a ver al hospital y me dijo qué iba yo a hacer esa tarde. Una escenografía, le dije y me empezó a regañar porque ya era tarde”. ANA MARIA: “Yo nunca le quité su lugar. Discutía con él pero teníamos un código de conducta entre los dos. Mi cólera es que no era rencoroso. Se enojaba pero se le olvidaban las cosas… Una persona que nos fue desleal me hirió mucho. El dijo que había que perdonarlo. Yo le dije: Perdónelo usted, yo, no; y ya no trabaje más con el desleal. También era humilde. No hizo nada material. Sólo lo necesario tenía: Su cama, un gavetero, televisor en blanco y negro, sus guayaberas. Nunca había conocido alguien tan pudoroso. Ni un día antes de morir, que tenía el estómago muy hinchado y el calzoncillo le quedaba apretado. Le dije a su sobrina Gloria que había que arreglárselo y él no dejó. No gordo, le dije, si yo no lo voy a ver. Para ir al baño, lo mismo. Era un martirio llevarlo… iba hasta con el suero… pero no dejaba le llevaran el bacín. Hasta el último momento fue muy pudoroso. Era extremadamente pulcro, metódico y limpio…”.

Tributo final
>Hablar, escribir, recordarla maestro de maestros Emeritisinum Rubén Morales Money es la de nunca acabar. Para concluir, ¿cómo se debe definir a Rubén Morales Monroy? CARLOS: “Como el grande”. RENE: “Como un ser humano muy especial”. ANA MARIA: “Para mí también. Era extremadamente especial”. CARLOS: “Estamos peleando porque él no salga de la UP”. RENE: “Son los jóvenes los que lo van a tener siempre vivo”. ANA MARIA: “Me duele que la compañía desaparezca porque si ya no hay oportunidad de hacer nada morirá con él…”. CARLOS: “El siempre decía: Todo debe continuar. La función debe seguir aunque nuestra madre esté muerta. El ha dado un paso, eso nos da un sentimiento, pero él no desaparecerá”. ANA MARIA: “Es un tributo que debemos rendirle el tratar que su memoria no se borre. Era alguien muy valioso para toda Guatemala. Lo menos que podemos hacer es mantener vivo su recuerdo, su labor y su escuela”.
A esto agregamos que se le identificó con dos cosas: La Universidad Popular y la obra cumbre de Alejandro Caso con cuyo montaje se formaron infinitas generaciones: Los Árboles mueren de pie. Alguna vez, el maestro Rubén me expresó: “Quiero morir de pié… como los arboles… sobre las tablas… porque estoy casado con el teatro”. Y su deseo se cumplió. RUBEM MORALES MONROY FUE UN ARBOL, UN HOMBRE QUE MURIO DE PIE, como sólo mueren los grandes. Descanse en paz y honra a su memoria, maestrísimo, dios de la Victoria de todos los tiempos… su esencia está con nosotros… AMEN.

Qué hipócritas me suenan en este momento las palabras de René de quien no dudo haya sido amigo de Rubén y querido en el momento de hacer la entrevista realmente rendir tributo al maestro Rubén. Pero en el transcurrir del tiempo se ha acomodado y lo que menos hay en la UP, con excepción de Fernando Erazo, es nada de Rubén Morales monroy. Recuerdo cómo Ana María, antes de morir atesoraba los premios y trofeos del maestro con la pena que podían hasta tirarlos a la basura y no saber a dónde iban a parar si ella faltaba. Esa es Guatemala, madrastra para sus hijos y quienes la han servido. Pero como la mejor herencia está en los discípulos cierro el presente con el comentario que me envía Fernando Erazo.
Pero antes quiero recordar que yo también me volví amigo del maestro. Un día, tras escribir yo sobre el día del teatro, me insultó por televisión. Pero luego, al acercarme a la Up y darse cuenta que mi periodismo no era en servicio de nadie sino que objetivamente también los tomaba en cuenta, me fue tomando cariño a tal grado que fue de los pocos cuando en preocuparse de corazón cuando salió en la primera plana de todos los matutinos de Guatemala la noticia que me habían secuestrado y estaba yo desaparecido. Supe de la alegría que le dio al saber que yo estaba bien y que todo era un mal entendido. Eso me obligó a amarlo. Porque ya lo quería y respetaba. La historia me ha dado la razón.

Dos momentos con Rubén Morales Monroy
Por Lic. Fernando Erazo
Director Fundador Grupo Escuela Teatro Arte Facetas de Guatemala
“Exaltando las Virtudes del Teatro Guatemalteco desde 1989”


Recuerdo a mi maestro Rubén Morales Monroy en dos momentos un tanto diferentes, a partir de mi llegada a la UP en 1984 y mi retorno en 1992.

En el primer momento su salud era bastante estable y la energía brotaba por todo su ser, la disciplina extrema y su recia personalidad formaban una coraza que lo hacía ver muchas veces inaccesible.

Yo apenas tenía 16 años en esa época, y posiblemente mi percepción no haya sido la más consistente, sin embargo, admirar al Maestro no era difícil, por el contrario, su mística de trabajo, su entrega a la formación de actores y actrices y su evidente perseverancia dejó en mí un alto concepto de él.

Aquel hombre no sólo era maestro, director y teatrista, ante todo era un ser humano con virtudes y defectos como cualquier otro, pero con una visión bien definida que puede valorarse en productos concretos, en sus aportes al arte teatral guatemalteco, como pocos lo han hecho. Yo afortunadamente conocí sus virtudes más que sus defectos.

Estoy convencido que los estudiantes que apreciamos su lado bueno, todos aquellos que nos enfocamos en su enseñanza, tenemos gratos recuerdos y algunos tuvimos el privilegio de recibir consejos de él.

Cuando ingresé a la UP en el 84, éramos alrededor de 280 personas, el auditórium estaba lleno, recuerdo que el maestro habló de la importancia de prepararse académicamente y que el teatro estuviera al alcance de toda la población, dio a conocer la academia de arte dramático de la clase obrera y presentó a los maestros que eran ya personalidades en el ámbito teatral.

En aquella oportunidad resaltó el interés y presencia de un joven lustrador que estaba allí con la intención de estudiar teatro. Todavía la UP tenía el enfoque obrero, éramos de diferentes grados académicos, algunos no tenían ni la primaria completa, otros eran comerciantes, albañiles, vendedores, oficinistas, amas de casa, panaderos, y cualquier otra ocupación que se nos pueda ocurrir. Pero ante todo se miraban grandes talentos en el escenario, donde los títulos y alcances académicos dejaban de ser relevantes, se imponía el talento y la actuación de alta calidad.

En una oportunidad nos encontrábamos en el edificio que ocupa actualmente una oficina del Ministerio Público, ubicado entre la UP y la Iglesia Capuchinas. Dicho edificio (que se sabe es propiedad de la UP), había quedado semi-destruido por el terremoto de 1976, allí, en el primer nivel se recibían algunas clases y se contaba con otros niveles para ensayos, por supuesto, todo el tiempo sentíamos la tierra y los cambios de clima casi directamente; en algunos niveles no había energía eléctrica…

Una noche de luna llena estábamos en el frontispicio del edificio, un grupo de aproximadamente 40 estudiantes de diferentes grados, cantando al ritmo de una guitarra, la velada era verdaderamente impresionante, hasta que oímos que alguien venía corriendo y dijo asustado con un grito ahogado: ¡El Maestro! y como arte de magia aquel grupo desapareció por la décima avenida… El maestro llegó e increpó a un par que logró divisar. Nos vio fijamente queriéndonos reconocer rápidamente en la penumbra de la noche… éramos dos o tres pelones que quedamos allí, él preguntó quienes estaban y dijimos que no los conocíamos por nombre porque éramos nuevos, lo cual era cierto. Le pregunté por qué no podíamos estar allí y me dijo que el problema no era estar allí, sino que estábamos casi en la vía pública haciendo mucho ruido y había que respetar a los vecinos. Al día siguiente regañó principalmente a los de segundo y tercer grado y a los que esperaban práctica.

En el segundo momento, entre 1992 y 1995 decidí concluir mis estudios de teatro, volví a comenzar desde el primer grado, el maestro mostraba ya ciertos quebrantos de salud, su personalidad seguía siendo fuerte, pero no se comparaba con el primer momento, tenía una serie de personas a su alrededor que parecían influir en él, parecía un tanto desprotegido y más moderado en su conducta, en esa época ponía en escena las obras que habían sido exitosas en el pasado.

Cuando me vio actuar en un par de ejercicios del primer grado me invitó a trabajar en la obra “El Fabricante de Deudas” en donde tendría que sustituir al gran actor Marito Abal que en paz descanse, él no podía terminar la temporada y me propuso que entrara a “torear el personaje” Realmente tuvimos unos cuantos ensayos en un par de semanas y finalmente logré la interpretación. Un día en los corredores de la UP me dijo: ¿Usted ya había hecho teatro verdad? Sí, -le dije- “Usted me dio clases en 1984 y después estuve en el TAU y en las Muestras de Teatro Departamental”. Con razón –me dijo- se nota.

Poco después se enteró que yo tenía un grupo de teatro y que me mantenía activo desde hacía tiempo, me dijo: ¡Venga para acá, ya me enteré que anda en un grupúsculo de teatro! Le confirmé que había fundado el grupo Facetas, pero que en ese momento mi prioridad era estudiar en la UP y no iba a fallar. Bueno –me dijo- porque cuando andan con esos “grupúsculos” dejan de estudiar… -Él estaba enterado de todo lo que ocurría con el teatro afuera de la UP.-

En 1994 participé con mi grupo en un certamen y no ganamos a pesar que tuvimos muy buena crítica, al llegar a la UP me sorprendió encontrarlo, porque parecía que me estaba esperando, me dijo: “Fernando, venga para acá, ¿usted participó en el certamen de hoy verdad? Ya se que no ganaron, pero que su obra estaba buena. Usted siga adelante, no se sienta mal, usted tiene mucho que dar al teatro, yo se que ustedes merecían ganar. No deje de dirigir”. Estas frases fueron muy inspiradoras para mí.

En su último año de vida me dio un consejo que marcó significativamente mi forma de abordar la dirección escénica; por alguna razón se acercó a mí, posiblemente se reflejaba mi cansancio o había recibido “información” de mi compulsividad con el teatro, me dijo: “Fernando, le voy a dar un consejo, su salud es más importante que cualquier cosa, hoy tenemos un gran éxito y mañana nadie se acuerda, míreme a mí, ya estoy grande y bien enfermo, la salud ya no se recupera”…

Realmente fueron pocos los momentos que estuve cerca de él, porque en este segundo momento quise evitar comentarios nocivos que eran propios hacia la gente que se mantenía a su alrededor o buscando su cubículo. Me siento satisfecho y agradecido de haber sido su alumno, de haber recibido su orientación y consejo. Y que me haya valorado como actor al darme oportunidades significativas en las obras que montó en esa época.

El día que lo llevaron al hospital antes de su muerte fui a verlo a la UP, entonces si entré a su cubículo, allí estaba acostado en una improvisada cama, su rostro reflejaba más que dolor físico una profunda necesidad de afecto, se percibía en él cierta soledad a pesar de estar acompañado de quienes siempre estuvieron a su alrededor. Cuando lo saludé me dijo “Aquí mire… hoy si creo que ya no regreso”… “No diga eso le dije, ya va a ver que al rato va estar aquí bien”… le tapé sus pies y se los froté para darle calor…

Al poco tiempo falleció mi maestro, ese gran maestro del teatro guatemalteco, quien sigue presente en mis recuerdos, en mis obras y en mi teatro…

SOBRE LA UP
Leemos en www.entremosleaguate.net
La Universidad Popular (UP) fue creada en 1922 para educar y alfabetizar a los obreros. Fue la idea de cinco intelectuales guatemaltecos, entre ellos el Premio Nobel de Literatura, Miguel Ángel Asturias, quienes quisieron darle un lugar a los guatemaltecos trabajadores que habían interrumpido sus estudios y deseaban reanudarlos.


Se trataba de la primera universidad de este tipo en Latinoamérica. En México existió una similar, pero solo permitía el ingreso de obreros sindicalizados. La UP guatemalteca, en cambio, abrió sus puertas de par en par y aunque fue clausurada durante el régimen de Jorge Ubico, resurgió con la revolución y amplió su cobertura. Se convirtió así en una casa pulidora de talentos y habilidades para todas las edades y estratos sociales. Su famosa Compañía de Teatro, fundada en 1964, ha sido el semillero de muchos actores y dramaturgos reconocidos.

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