miércoles, 10 de junio de 2009

Buda, el príncipe iluminado




Buda, el príncipe iluminado
Por César Chupina, periodista
¿Le rascaría usted la panza a un gordo para tener dinero? Pues muchos lo hacen todas las mañanas. Y dicen les resulta. ¿Se pondría usted a dieta absoluta de sexo y sueño? ¿Y en las comidas sólo ingeriría una vez al día un poquito de arroz? Pues alguien lo hizo: Ese gordito al que le rascan la panza. ¿Será posible que a alguien lo engañen y no se de cuenta nunca que todos enfermamos, envejecemos y morimos? A ese gordito lo quiso engañar así su propio padre… Se trata de Buda, el príncipe iluminado de quien nos ocupamos en este reportaje.


Víctor Hugo de Paz: “A Buda le tengo un gran aprecio. Lo considero maestro de la serenidad y la comprensión total de ka existencia. En fechas recientes su filosofía ha encontrado gran arraigo en las mentes occidentales ya que nos trae gran comprensión de la vida y nos aleja de las pequeñeces que enredan o entorpecen nuestras existencias. Por eso es que Occidente lo está aceptando ahora”. Raúl Cancinos: “Para mí Buda es un filósofo moralista. Hasta donde yo sé es el filósofo oriental más conocido en los siglos pasados ya que en el actual ya se conocen otros filósofos y filosofáis provenientes de Oriente. De Buda me desagrada mucho su opinión sobre la mujer. No comprendo como puede ser misógino habiendo sido él casado”. Carmen de León: “Para mí, Buda fue un príncipe erudito. A los occidentales nos hace pensar en elevados ideales que nos transforman en seres más espirituales. Me encanta la leyenda que dice que cuando se arrancó los párpados para no dormirse, éstos se volvieron las hojas de te”. Rolando Letona: “Para mi Buda es un personaje muy poético, místico y sublime. Su amor a la naturaleza es trascendente en Occidente. Esto se nota porque el predico siempre bajo la sombra de un árbol”. Stefano Alonso: “Buda fue un gran hombre y su legado de sabiduría esta presente aunque su promesa de regreso no se ve materialmente cumplida. Nos enseña como la espiritualidad no debe perderse por la vida cotidiana”. Nelson Hernández: “Creo que a Buda debemos verlo como ser humano que alcanzó casi la perfección y no como un Santo. Seguir su ejemplo es acercarnos a dios. Lo más trascendente en el pienso que son las normas que dicto para todos. Sobretodo el amor y el respeto”. Abrimos con las anteriores opiniones de personas que en Guatemala está interesadas en el estudio de Buda, el príncipe iluminado que, poco a poco, va siendo una figura más y más familiar en el Hemisferio Occidental.

¿Comer o no comer?
Nos es tan familiar la imagen de Buda que nos cuesta pensar que no era tan gordito como lo pintan las esculturas difundidas en Occidente por medio de tradiciones y supercherías. Doña María Pérez en su negocio tiene un buda gordo, gordo… tanto que su panza la tiene de fuera. “Se la rasco todos los días antes de abrir la cafetería – nos dice- para que no falte el dinero. En la cocina tengo otro y le prendo siempre una veladora. Lo tengo sentado sobre un billete para que la suerte sea doble”. Las efigies de Buda generalmente están sentadas sobre sus piernas en actitud meditativa, caracterizado por una protuberancia más o menos saliente en la cúspide del cráneo y por un lunar piloso entre las cejas, cubierto por un vaporoso manto sacerdotal y auroleado por una dulzura y serenidad entrañables. “La verdad es que es algo feito—comenta doña María. Pero de que me trae suerte, me la trae y eso es lo importante…”. Hay algo que llama poderosamente la atención. Para ser un asceta, alguien que ha renunciado a los placeres del mundo y que conoce a fondo las miserias humanas está pasadito de peso y demasiado satisfecho en esas esculturas. “Pues no sé nada de él- asegura doña María. ¿Quién sería usted…?”.
Eso es lo que pasa en nuestro medio. Todos hablan de Buda como si fuera un santo católico. Pero casi nadie sabe su historia que dista muchísimo de lo que pudiéramos imaginar con sólo ver su figura rechoncha y hasta cierto punto chistoso con que lo pintan. Quizá lo gordito le venga porque tras practicar Sidartha Gautama, verdadero nombre de Buda, el ascetismo lo consideró ridículo porque sólo beneficiaban las practicas al que las realizaba y no a los semejantes… Leemos en la biografía de Buda de las Grandes Biografías de Editorial Océano (Tomo 1, Pág. 5): Peregrinando como un santón más, lacerado su cuerpo con ayunos y penitencias, predicando la virtud a quien quisiera escucharle, Sidartha Gautama conoció en sus semejantes las enfermedades, el dolor, el desconsuelo, la desesperación, la vejez y la muerte. Supo que estaba llamado a liberar a los hombres del miedo y la ignorancia, caldos de cultivo del sufrimiento, y comprendió que la única vía para conseguirlo era el conocimiento, la total sabiduría. Para llegar a ella practico rigurosamente el yoga, la meditación y diversas mortificaciones hasta hacer de su cuerpo un monto de huesos tambaleantes atacado de violentos dolores. Nada de ello dio el resultado apetecido. Ningún padecimiento le aclaro el secreto del Universo. El conocimiento del hombre no le concedía el privilegio de la sublima percepción, sino que tan solo le enturbiaba la mente. Para averiguar la causa del dolor, el sufrimiento no era necesario, o al menos no era suficiente. Por ello decidió adoptar un término medio entre el ascetismo absoluto y una prudente sensualidad, refugiándose en la soledad y haciendo todo con moderación. Ese término medio de Gautama era, desde nuestro punto de vista moral y dietético, una heroicidad: su castidad era absoluta, ingería alimento una vez al día y sólo arroz, apenas dormía y meditaba sin descanso…”.

Un oráculo que se cumple
Joe Pijoan señala en el capítulo dedicado a Buda del tomo 6 de su Historia del Mundo (Pág. 51) que “el príncipe ario Sidartha Gautama, de la tribu de los sakias vivió y predicó en el siglo VI antes de J.C. No sabemos con exactitud de su nacimiento pero tendría ya casi ochenta años cuando murió en 543, según los cómputos de los monjes de Ceilán. Hoy se tiende a dudar de esta fecha y a creer que hay que poner la predicación de Buda en el siglo V en lugar del VI, así es que el Buda sería contemporáneo de Sócrates y de Nehemias”.
Atendiendo el pensamiento oriental el libro Mitología del Mediterráneo al Ganges, dirigido por P. Grimal, profesor de la Sorbona expresa en el capítulo dedicado a la Mitología del budismo (Pág. 264) que el futuro Buda o Bodhisattva, ya había atravesado millares de existencias para preparase a su ultima trasmigración, antes de descender por ultima vez a la Tierra, residía en el cielo de los Tupitas y predicaba la Ley de los dioses. Un día comprendió que había llegado la hora y se encarno en la familia de un rey de los Sakyas, Suddhodana, que reinaba en Kapilavastu, en el Nepal. La concepción fue milagrosa: la reina Maya (cuyo nombre significa literalmente la ilusión), advertida por un presentimiento, vio en sueños a Bodhisatva bajar a su seno bajo la forma de un elefantito blanco como la nieve. En ese momento, toda la creación manifestó su gozo con milagros: los instrumentos de música sonaron sin que los tocaran, ríos dejaron de fluir para contemplar a Bothisatva, los árboles y las plantas se cubrieron de flores y los estanques, de lotos. Al día siguiente, el sueño de la reina Maya fue interpretado por setenta y cuatro brahmanes; estos predijeron el nacimiento de un hijo destinado a llegar a ser, o bien un emperador universal o bien un Buda. Estando próximo el momento del nacimiento, la reina fue al jardín de Lumbini, y allí, de pie, teniendo levantada en la mano derecha la rama de un árbol dio a luz a Bodhisatva, que salio de su costado derecho sin causarle el menor dolor. El niño fue recibido por Brama y los demás dioses, pero, enseguida, empezó a andar, y cada vez que su pie tocaba en tierra aparecía un loto. Dio siete pasos en la dirección de los diferentes puntos cardinales, tomando así posesión del mundo. El mismo día nacieron: Yasohará Devi, que había de ser su esposa; el caballo Kantaka, al que montaría más tarde, al huir del palacio para buscar el supremo conocimiento, su escudero Chandaka, y su amigo y discípulo preferido Ananda, igual que el árbol de Bodhi, bajo el cual había de conocer la iluminación”.
“Cinco días después de su nacimiento, el joven príncipe recibió el nombre de Sidartha. El séptimo día, la reina Maya murió de gozo, para renacer entre los dioses, dejando a su hermana Maháprhahápati, que la reemplazara junto al joven principio,. La perfecta devoción de esta madre adoptiva se hizo legendaria. Un santo anciano descendió del Himalaya, el risi Asita, predijo el destino del niño, y reconoció en él los ochenta signos que son prenda de una alta vocación religiosa. Cuando el niño fue conducido al templo por sus padres, las estatuas de los dioses se prosternaron ante él. Al cumplir los doce años el joven príncipe, el rey reunió un consejo de brahmanes. Estos le revelaron que el príncipe se entregaría al ascetismo si ponía los ojos en el espectáculo de la vejez, de la enfermedad y de la muerte y si luego encontraba a un ermitaño. El rey prefería que su hijo llegara a ser un monarca universal en vez que un asceta. Por tanto, los palacios suntuosos, los vastos y hermosos jardines donde el joven estaba destinado a vivir, quedaron rodeados de un triple recinto de guardias. Y estaba prohibido pronunciar las palabras muerte y pena. Un poco más tarde, el rajá pensó que el medio más seguro de vincular al príncipe a su reino sería casarlo… La princesa Yasorhará le fue dada en matrimonio… Pero pronto se despierta en su vocación divina… Un día el príncipe llama a su escudero, quiere visitar la ciudad. El rey da la orden de barrerla y decorarla y de alejar del camino de su hijo todo espectáculo feo y entristecedor. Pero…”. Joe Pijoan en su libro ya referido nos lo cuenta de una manera hermosa y detallada: “Primero disitinguió a un hombre viejo, al lado del camino. ¿Quién es ese de cabello blanco, ojos apagados y cuerpo tembloroso?, pregunto el escudero. Chandaka contestó: es un viejo, antes fue un niño, de pecho y después un joven lleno de vida, pero ahora su lozanía se ha marchitado y ha perdido su fuerza… Gautama replicó: ¿y cómo puede nadie regocijarse cuando sabe que pronto envejecerá y se extinguirá su vigor? Y he aquí que mientras hablaba todavía, vio a otro hombre que se quejaba, respirando febrilmente. ¿Qué tiene ese hombre?, preguntó Gautama. Está enfermo-contestó el escudero-: los órganos de su cuerpo se hayan descompuestos, todos los humanos estamos sujetos a tales desórdenes. El escudero picó los caballos para escapar de aquella visión, pero pronto se encontraron con un entierro. ¿Qué llevan esos hombres tan tristes, entre coronas y flores? El escudero respondió: Acompañan un cadáver. Sus miembros están rígidos, suys pensamientos le han dejado, no tiene vida, sus placeres y sufrimientos han terminado. Todo tiene que morir,.. No es posible eludir la muerte. Desde aquel día Gautama fue otro hombre. Al preguntarle su esposa la causa de sus preocupaciones, contestaba: El hombre envejece, enferma y muere, ¿qué incentivo puede tener para él la vida? Por fin, al nacer su único hijo, cuando Gautama tenía 29 años, decidió abandonar Kapilavastu para hacer vida de mendigo… quiso aprender antes de empezar a enseñar., pero lo que aprendió no lo satisfizo…”. Lo cierto es que el oráculo se había cumplido. Nelson Hernández: “Me gusta el pasaje de la vida de Buda cuando se encuentra sí mismo y llega a saber cuál es su misión en el mundo, principalmente con sus semejantes”. Rolando Letona: “A mí, en lo personal, me llama mucho la atención cómo tuvo que superar la separación de su madre para incidir en los estudios con los anacoretas”.

El día más memorable

Ya nos hemos referido a los saltos de Gautama entre un extremo y otro de la vida. Según Pijoan: “nuestra miseria – replicaba a los sabios hindúes el futuro Buda- NO PROVIENE DE LA ESCLAVITUD DEL ALMA, sierva, como decís de las pasiones, SINO DE QUE NO NOS HEMOS LIBERTADO DE LA PERSONALIDAD del yo. Decís que podéis separar el yo de sus actos, pero os equivocáis: el hombre es un compuesto de sus facultades, no existe ese ente ermitaño que, oculto por un telón, percibe lo que pasa delante. No existen cosas sin cualidades: son las cualidades las que forman las cosas. No existe el alma sin las facultades, on las facultades las que forman el yo… ¡Cuánta confusión viene del interés en uno mismo y en su propia perfección! El mero hecho de pensar que una piensa, y que piensa bien, le despierta su vanidad. Además, si existe esta alma, como decís, debe persistir después de la vida, ya en el cielo, ya en la tierra, ya en el infierno… ¿Estaremos eternamente condenados al egoísmo y limitación?...”. También Gautama hablaba del Karma, según Pijoan: “La existencia del Karma, que caracteriza cada persona y cosa es innegable: Mi persona es una combinación, así mental como material”. Pijoan agrega que de las primeras discusiones de Sakia-Muni con los brahmanes ya se desprende que en aquella época había gran tolerancia en las escuelas indas hasta para las opiniones más arriesgadas. Esto debía facilitar después la predicación del budismo, pero, en realidad Sakia-Muni no tenía nada que predicar todavía. Sus objeciones sólo tenían el carácter de una duda metafísica… Luego se aleja al bosque donde es riguroso consigo mismo pero se da cuenta que tampoco ese es el camino. Según Pijoan abandonado por los que le admiraban y perseguido, añade la leyenda, por los espíritus malignos, que le tentaban de continuo; fue a sentarse al pie de un árbol que crece en la India, una higuera silvestre (Picus religiosa) llamada Bo. Era temprano, por la mañana, cuando comenzó a meditar a la sombra de la higuera, y antes de caer el día recibió la gran iniciación, desde aquel momento, sería el Buda, que quiere decir el iluminado. Había comprendido, no la naturaleza de Dios, no la causa del Universo, sino la naturaleza del dolor, sus causas y su remedio,… todo el budismo dimana de la gran iniciación del Buda en ese día memorable, para la historia de Oriente. Casi la mitad de la raza humana sigue, o cree seguir la doctrina del iluminado bajo la sombra de la higuera. Lo que paso por la mente del príncipe Gautama, el día de su transformación en buda no lo sabremos nunca; el no quiso decírnoslo y la leyenda lo ha forjado a su sabor, contando fantásticas visiones., por de pronto, el Buda resolvió hacer lo que se llama la Gran renunciación, esto es, no vivir para él solo, sino predicar a los hombres la forma nueva. Ante todo quiso ir a convencer a sus maestros los brahmanes del Rajga y se encontró con que había muerto. Después creo que era su deber convertir a los cinco ermitaños que le habían servido en la selva y que la dejarle se marcharon a Benarés. vivia entonces como penitentes en un paraje en las afueras de la ciudad, llamando Parque de los Ciervos., al ver llegar al Buda se confabularon para rechazarle como a un apóstata, pero, impelidos luego por una fuerza misteriosa, le reconocieron como iluminado y le sirvieron como a un ser superior. El Buda, lleno de bondad predicó a los cinco ermitaños un Sermón famoso conocido con el nombre de Sermón de Benarés o de la Fundación del Reino de la Verdad”.
Según el filósofo contemporáneo Jorge Ángel Libraga Rizzi en sus estudios sobre Buda, este “jamás compiló ni escribió sus enseñanzas: eso fue tarea que realizaron sus discípulos unos 400 años después de la muerte del Maestro, acaecida en el 543 A. C. las enseñanzas budistas más puras están contenidas en el Canon Pali, que recibe el nombre de Tripitaka (tres cestas) debido, tal vez, a que los preceptos se guardaban en distintas cestas a medida que se escribían y de acuerdo con su tema. El Tripitaka se divide en Sutta Pitaka, Libro de las enseñanzas; Vinaya Pitaka, Libro de los preceptos morales; Adhudamma Pitaka, Libro de la Psicología y la filosofía. A su vez, cada una de estas partes se divide en otras secciones… Buda, el perfecto despierto, el iluminado, el merecedor del eterno reposo y de la gloria del Nirvana, renunció a tanta magnificencia para seguir sosteniendo la lámpara que guía a la Humanidad. Cuenta la historia que semejante renuncia conmovió profundamente a la naturaleza incapaz de aportar tanta grandiosidad…”. Víctor Hugo de Paz: “El momento que más me gusta de la vida de Buda es cuando toma la decisión de enseñar ala Humanidad en vez de retirarse al Nirvana después de su iluminación”. Raúl Cancinos: “Me gusta mucho cuando Buda dice que él no profesa ninguna opinión o sea cuando está en el penúltimo grado de iniciación”. Stefano Alonso: “A mí lo que me agrada son sus enseñanzas sobre la naturaleza y la vida misma del hombre así como su papel en el Universo”.

Las conversiones

Leemos en las Grandes Biografías de editorial Océano (Pág. 6- Tomo 1): “Una de las conversiones que más fama le procuró fue la de su primo Devadatta, hombre ambicioso que le detestaba tanto como para ardir un plan que acabara con su vida. Confabulado con unos cuantos secuaces procuró un plan que no podía falla: sabido que Buda atravesaría un desfiladero se apostó en lo alto del mismo y dispuso un enorme peñasco a medias desprendido que debía aplastar a aquel a quien tanto odiaba; en el momento preciso en que Buda transitaba por debajo, la gran piedra fue movida y cayó con estrépito, oyéndose gritos y se temió por la vida del maestro, pero Buda emergió indemne de la polvareda, con su sempiterna sonrisa beatifica en los labios”. En Mitologías del Mediterráneo al Ganges de Larrouse también leemos del odio del primo: Hace emborrachar a un elefante real y lo suelta por las calles de la ciudad en el momento en que Buda anda pidiendo limosna. Los habitantes huyen, invadidos de terror; el animal pisotea los carruajes y a los terratenientes, demuele las casas. Pero aquel continúa apaciblemente su recorrido. Sin embargo, cuando una niña, al cruzar aturdidamente la calle está a punto de ser muerta por el elefante en delirio, el Buda se dirige a éste. En cuanto el elefante observa a Buda, su furor se calma como por encanto y va a arrodillarse a los pies del Bienaventurado. Leemos en el mismo libro también que “en un torneo entre Buda y una herética, Buda hizo el milagro del agua y del fuego. Entró en una meditación tal que en cuanto su espíritu se entró a ella, desapareció del lugar donde estaba sentado, y, lanzándose por el aire del lado de Occidente, apareció allí en las cuatro actitudes de la decencia, es decir, que caminó, se mantuvo de pie, se sentó y se acostó, después alcanzó la región de la luz y apenas llegó a ella, luces diversas se escaparon de su cuerpo. Luces azules, amarillas, rojas, blancas y otras que tenían los más bellos tintes del cristal… de la parte inferior de su cuerpo surgieron llamas y de la superior se escapó una lluvia de agua fría… lo repitió en los cuatro puntos cardinales…”.
Buda convirtió sucesivamente a su doctrina a su padre, a su hijo Rajula, su primo Ananda, que llegó a ser su discípulo preferido, su esposa, su madre adoptiva. Subió al Cielo donde su madre lo acogió junto a los dioses quienes le pidieron su Ley. Volvió a la tierra a los tres meses por una escala de oro y de plata, cuyos escalones eran de coral, de rubíes y de esmeralda. Y los dioses le formaron cortejo. A su primo lo llevó al infierno, donde le enseñan la escalera de agua hirviente donde debe caer después de su existencia celeste, para expirar sus deseos sensuales. Esas visiones llevan a Ananda a meditar la doctrina y a ser un santo. Lo esencial de Buda lo explica muy bien Pijoan en su Historia del Mundo (Tomo 5-Pág. 55-59): “Hay que romper las diez cadenas que nos atan y que, según el Buda, son como sigue: la primera, naturalmente, es la ilusión del yo soy. Nunca somos, pues estamos cambiando a cada momento. La segunda cadena es dudar que pueda nadie librarnos de ese error del yo, y que puede uno mismo salvarse. La tercera .a confianza excesiva en las buenas obras, principalmente en la eficacia de la mortificación,. La cuarta, la sensualidad; los que pretenden conseguir la completa liberación debe practicar la abstinencia y el celibato. Para los que no hayan llegado a ese grado, bastará templanza y moderación. La quinta cadena es la pasión: la sexta, el deso de vivir bien en la tierra y gozar de ese velo de las formas materiales. Otro error, o séptima cadena, es el deseo de una vida celestial, literalmente de un mundo sin forma. La octava cadena es la vanidad en la perfección ya obtenida. La novena, la excesiva seguridad en uno mismo. La décima, la ignorancia. La ignorancia produce la impresión de unidad de lo que está separado: cada uno de nosotros es un compuesto, es una mezcla. De esta idea falsa de unidad nace la conciencia individual ., la conciencia nos da idea de formas, de colores, y del crecimiento, que acaso lo podríamos interpretar por tiempo. Las formas y colores al pasar por delante de nosotros, despiertan los sentidos. Los sentidos nos incitan al contacto. Del contacto viene la sensación. La sensación produce deseo de posesión. El deseo de posesión crea el afecto,. El afecto, o amor, origina la existencia. La existencia impulsa a n hacer y del nacimiento vienen la vejez, la enfermedad y la muerte… cuando nacemos ya no somos lo que habíamos sido antes. Si nuestra personalidad cambia a cada instante, no es posible que subsista después del a muerte, el objetivo final es la paz, la extinción, el nirvana. Esta última palabra… quiere decir apagar, extinguir, pero no la vida, sino la personalidad. En los textos búdicos se menciona el Nirvana acompañado de epítetos que lo aclaran o glorifican…”.
Grandes Biografías de editorial Océano: “Buda continuó predicando durante cuarenta y cinco años. Visitó varias veces su ciudad natal y recorrió el valle del Ganges, levantándose cada día al amanecer y recorriendo entre veinticinco y treinta kilómetros por jornada, enseñando generosamente a todos los hombres sin esperar recompensa ni distinción alguna. No era un agitador y jamás fue molestado ni por los brahmanes, a los que se oponía, no por gobernante alguno. Las gentes, atraídas por su fama y persuadidas de su santidad, salían a recibirse, se agolpaban a su paso y sembraban su camino de flores. Su mensaje les reconfortaba. Les inducía a ser una parte humilde y a la vez importante del Universo. Les transmitía la paz sublime que nace de la comprensión y les proponía el Nirvana como estado ideal y perpetuo de la felicidad… Sidartha Gautama tenía ochenta años, cuando, según fabulosos testimonios, le sobrevino una disentería sangrante tras ingerir un plato de carne de cerdo que le había preparado el herrero Cundía, uno de sus más fieles seguidores. Sobrellevó la enfermedad con entereza admirable y un perfecto dominio de sí mismo, sin descuidar por un solo momento su esfuerzo misionero. Al fin, sintiendo que se acercaba su hora, se envolvió en un manto amarillo y se acostó en un lecho de hojas para instruir a su discípulo predilecto, el humilde y silencioso Ananda, en las últimas cuestiones relativas a la Verdad que le había sido revelada. Murió sereno y confiado, de la misma manera noble que había vivido, en un suburbio de Kusimnagara. Después de él ya no es posible vivir impunemente en la ignorancia”.
Después de la muerte Buda, el budismo tiene su propia historia según lo indica el libro Psicología de la India de Mario Marchesse. Por ello. En la actualidad existen ramificaciones diversas, hubo al igual que con el cristianismo una división y de allí subdivisiones. No nos detendremos en esto. Cerramos con la creencia que cada 29 de mayo el Buda regresa a la tierra para ver si la Humanidad ya ha alcanzado la iluminación. Aseguran que hasta que todos nos hayamos convertido en Buidas él no regresará jampas al cielo de manera definitiva., ahora bien, hay que comprender algo que nos comenta en el tema de Buda las Mitologías del Mediterráneo al Ganges, de Editorial Larrouse, (Pág. 288):”Pero si Spakyamuni mereció llegar a ser




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